febrero 08, 2020

Oscar 2020

(O de cómo desempolvar un blog a base de predicciones)



Seré breve:

Mañana 1917 ganará como Mejor Película y Sam Mendes será premiado como Mejor Director. Joaquin Phoenix dará otro raro discurso al recibir su Oscar como Mejor Actor. Renee Zellweger será premiada por Judy. Laura Dern y Brad Pitt se llevarán muchos aplausos al ser nombrados los Mejores Actores de Reparto. Tarantino volverá a ganar un Oscar por su guión de Érase una vez en... Hollywood y Jojo Rabbit será premiada por mejor guión adaptado.

Dos premios espero aplaudir: el que recibirá Hildur Guðnadóttir por su musica para Joker y cuando Parásitos reciba una ovación al ser nombrada Mejor Película Extranjera (o incluso mejor película).

Los demás, me es indiferente.


febrero 14, 2019

Roma, o quien no conoce a Dios a cualquier santo le reza

Hemos llegado a una situación en la que el público prefiere 
cualquier basura comercial a Fresas Salvajes de Bergman 
o a El Eclipse de Antonioni.

— Andrei Tarkovsky

El camino que me llevó a Roma, la película, no la ciudad, ni la colonia (en mi país), inició en twitter y terminó en Netflix. De dos pasos. O tres, considerando que vi primero su avance y dos semanas después la película. The Great Gig in The Sky de Pink Floyd sazonó bien ese avance. Cuarón es inteligente. Promocionar Roma, como es, no iba a ser fácil. Sin embargo, hay fórmulas que ayudan. Trucos válidos. Roma es la La La Land de 2018. Bella, sí; pero...

Fotografiar en blanco y negro es difícil. Filmar, más. No solo es lograr contrastes sino dar formas con luz y profundidad. Si visualmente es complicado, transmitir un mensaje, una idea desde el contenido visual de imágenes en monocromo es un riesgo. En el cine, primero fue cuestión de recurso y tecnología; pero luego se convirtió en algo conceptual, artístico, caprichoso. Desde allí Roma coloca la trampa.

Roma es bella. Cuarón a filmado con clase, como poeta. Ha sido omnipresente. Produce, escribe, dirige, fotografía, edita, elige canciones, promociona. Mucha mano, o mucho Cuarón por todos lados. Se sabe, porque es así, que no se filma todo lo que se planea, y que hay mucho detalle espontáneo e improvisado en un rodaje. Además, el cine es un arte colectivo, incluso el cine de autor. Sin embargo, Roma parece ser la filmación casi perfecta de un plan de rodaje. Casi.

Cuarón tiene control total en la película. Es su idea filmada. Si no la estropea es porque sabe bien lo que se necesita para escapar del fuego. Inteligente es. Conoce bien los trucos a usar en líos como estos. Primero, rodearse de un ejército de técnicos que se convierten en soldados de su proyecto. Reciben órdenes y no las cuestionan. Solo ejecutan. Perfecto. Segundo, al no contar con un colaborador crítico pero amigable como Lubezki se niega a trabajar con alguien más en la cinematografía y decide entrarle él mismo al asunto. Eso lo sube de nivel. Todo director de cine debe saber fotografiar. Si Lubezki hubiera fotografiado Roma quizá estaríamos hablando de una belleza superior, sin duda. Al hacerlo él mismo evita perder tiempo discutiendo con su fotógrafo. Bien. Tercero, contratar actores de bajo perfil y reclutar una mujer sin experiencia actoral como protagonista. Cero egos, cero cuestionamientos, cero discusiones. Todo decir "si, señor". El deseo de todo director. Ganar tiempo, ahorrar dinero. Así, con esos tres pilares, Roma se desarrolló muy bien.

Por eso la ausencia de primeros planos. Cuarón no es director de actores. Ha trabajado con buenos actores, que es algo diferente. Aquí se necesitaba (y se usó) a los actores más como accesorios. Hay poco drama; nulo. Hay mucho lenguaje visual, pero poco drama escénico. Por eso eligió a Yalitza. Buscó a alguien que encajara visualmente en su idea. No buscó una actriz que desarrollara su idea sino un rostro y figura que sirviera en su cuadro visual. Pero solo quien busca la suerte la encuentra porque Yalitza termina conectando al público con la película, a pesar lo pasivo de su personaje. Ese acierto del destino termina por darle sentido a las palabras de Tarkovsky: de un actor no se puede obtener aquello que no es.

Roma, al principio, parece un album de fotografías. Una colección de fotos que retratan un momento específico de la historia de alguien. Una sesión fotografíca de escenas cotidianas. Bonitas tomas. Bien iluminadas. Buenos encuadres. Nada más. Es a medida que se llega al centro de la película que se comienza a asomar lo cinematográfico. Entonces los paneos, planos fijos y planos secuencia como recursos universales en esta película nos revelan que Cuarón filma a lo Tarkovsky. Basa su edición en el ritmo. Algo que le ayuda mucho en la mesa de corte, pues básicamente se edita filmado. El tiempo y el ritmo se establecen en el plano. Si Alejandro Magno portaba La Iliada en su carruaje, de seguro Cuarón tiene Esculpir en el tiempo muy cerca de él. 

Los grandes planos de Roma son sobresalientes. Planeación y ejecución. Ensayo y rodaje. La escena del caos nos demuestra lo buen director que es Cuarón. Ya había mostrado esos dientes en Niños del Hombre, pero aquí si muerde. Incluso hay un par de traveling que entonan bien la causa. No hay duda que Cuarón es un estudioso del cine, pero no solo un teórico, sino un digno ejecutor. Pocos casos hay así. Bazin escribió, nunca filmó. Truffaut escribió, pero filmó. Y filmó bien. Los buenos estudiantes siempre tienen ventajas sobre los malos estudiantes. Cuarón es buen estudiante. Se nota en todo su cine, y se nota más en Roma.

No es fácil filmar algo tan personal y hacerlo universal. No lo es. Sin embargo, hay trucos. Hay ciertas trampitas. Porque Roma se salta muchas cosas, las evade. Roma es una película filmada con delicadesa, muy bella, pero es hueca como una cerámica. Le falta mucho contenido. 

Antes he escrito que el guíon puede ser bueno, pero la historia mala, porque guión no es lo mismo que historia o argumento. Incluso los diálogos pueden empobrecer una bella historia. Un guión puede no contener diálogos. Un guión no está sujeto a una hisotria. El guión dice lo que hay que filmar, y a veces cómo, desde dónde, hasta dónde, y con qué. Roma tiene una guión que resuelve lo visual, nada más. No le ayuda a desarrollar su historia. Da la impresión de carecer de estructura. No hay discursos en Roma, ni manifiestos. No hay una verdadera exposición social, aunque se presente en escena. No se profundiza en casi nada. El tema del servicio doméstico como explotación humana queda levemente retratado, es muy condescendiente en muchos tramos de la película. Si bien roza levemente temas históricos importantes de la época, los deja como vistos desde afuera. Y pienso que es muy a proposito que a Roma le falte eso.

Roma es hueca. No tiene filosofía. Roma es pretenciosa.

Sin filosofía, el cine es entretenimiento. Filmar en blanco y negro como recurso se entiende como algo conceptual. El hombre elefante de Lynch, La lista de Schindler de Spielberg, Ed Wood de Burton, Toro Salvaje de Scorsese, El artista de Hazanavicius, El hombre que nunca estuvo allí de los Cohen, o Cinta Blanca de Haneke. Todas filmadas en blanco y negro a propósito. Ninguna hueca. Roma puede tener muchos premios, pero nunca el contenido de las mencionadas. Si por algo sobresalió Bergman fue por el contenido filosófico de sus película. No filmaba en blanco y negro para parecer profundo. Filmaba en blanco y negro (también lo hizo en color) como recurso, pero el contenido visual, estaba pegado al contenido de la historia. Sus diálogos no solo desarrollaban la historia y a los personajes sino que estaban cargados de profundo enfoque filosófico. Una simple frase provoca catarsis al espectador. La edición estaba al servicio de ese fin. Un primer plano al rostro de un actor con una frase icónica eleva la película más allá. No solo es filmar en blanco y negro para parecer solemne. La luz incluso debe hablar en el cine, pero no como anunciante de periodicos sino como un ser conscientizador del ser humano. El violín, de Francisco Vargas, filmada en México con equipo de producción mexicano, y filmanda en blanca y negro tiene mucho más contenido social y filosófico que Roma. Reygadas con menos recursos y con protagonistas con cero experiencia actoral ha logrando poner más filosofía a sus películas.

Me imagino cómo hubiera resuelto la escena del parto Welles, o Ford, o Kurosawa, o Bergman, o hasta Woody Allen. Cada uno a su estilo, pero no creo que tan superficial como lo hizo Cuarón. Faltó algo. No hubo profundidad. Bella, pero hueca.

Pienso esto de Roma, y lo manifiesto, porque hay un elogio desmedido a la película. Es bastante aburrida y lenta. Hay mucho encuadre que busca el aplauso. Mucha pretención. La escena dentro del cine me pareció una trampa para cinéfilos. La escena en el bosque es a todas luces una influencia de Tarkovsky que busca justamente eso: que se diga: ¡oh, su influencia es el maestro Tarkovsky! Cuarón busca encuadrar lo que gusta y hasta parecer artisticamente sensible al extremo, sin profundizar en su historia ni desarrollar los personajes. Una tarea muy bien adornada, pero poco profunda. A los buenos alumnos se les exige más para que no se conformen. Pudo decir más en su película con su personaje. Yalitza con tan poca experiencia y con un guión tan pobre logró transmitir tanto. Cúanto más se hubiera logrado con un poco de carga filosofica y profundidad social. Aunque no llovieran premios.

Cuarón es inteligente. La fórmula para el aplauso es fáci (más ahora). Ir a a un festival primero donde su película la verá un selecto grupo de personas. Ya no como antes. Ahora hay mucho fan del cine, pero no hay estudiosos del cine. Con un premio de festival en la bolsa y la promoción de Netflix a la mano, la cosa camina sola. Cuarón es buen director, sin duda. Por eso había que exigirle más. 

Roma hace competencia desleal en cualquier premiación. Todos en el nivel de insdustria cinemtográfica tienen a Roma a la mano en Netflix, no así otras películas. Por eso volvió popular su idea. Por eso hasta quien no sabe de cine cree que Cuarón lo invetó. ¿Debemos culpar a Cuarón por eso? No. Pero no podemos hacernos del ojo pacho.

Algunos creen que Roma ganará el Oscar a mejor película (ni las Uvas de la ira, pues. Ni El ciudano Kane!). No debería. El hype es excesivo. Al César lo que es del César y a Roma lo que es de Roma. No niego la belleza de la película, ni la buena dirección de Cuarón. Entiendo que alguien que no conozca de esto aplauda solo porque sí, pero quien se dedique a estudiar un poquito el cine notará las carencias (que no son menores) de Roma. Su falta de contenido, profundidad y filosofía es lo peor. Perdonarle algo así es como perdonarle el mal aliento a un rostro bello. 

Roma como La La Land es bella pero hueca. Quien no conoce a Tarkovsky a cualquier Cuarón le reza.

Paz.

julio 22, 2018

Final Space, rotundamente quizás.


Final Space. Estoy sorprendido. Hace unos minutos vi el último episodio de la serie (toda entre viernes, sábado y hoy) y me ha encantado. No necesité ver todos para quedar prendido; bastó ver el primero. Para mi ya es favorita.

Lo que más me sorpende es su desarrollo. No hay giros del todo inesperados, ni elementos que no se nutran de otras fuentes; pero el efecto final es sobresaliente. Su historia se vuelve más poderosa a medida que avanzan los episodios. Hay cierta mitología existencial palpitando dentro de ella. Tiene mucho potencial.

Lo sencillo funciona. Su animación es básica. Su humor es liviano y descompicado. Sus personajes entretenidos y cómicamente ridículos. Su música es justa; atinada. Todo pensado como para no tomarse muy en serio asuntos que son realmente serios:

Soledad. Amor. Existencia. Coexistencia. Origen. Final. Destino. Elección. Fatalismo. Amistad. Empatía. Pasado. Futuro. Dolor... 

Rotundamente quizás. Gary, el protagonista, no estará a la altura intelectual de Rick, ni será tan tontamente simpático como Fry. No tiene el estilo desenfadado magnético de Spike, ni está tan fatalmente prisionero, o la deriva, como Dave; pero está a la altura de cualquier consideración cercana a ellos.

Un tipo que es prisionero por buscar el amor. Pasa cinco años enviando mensajes a quien ni piensa en él, sin obtener respuesta, insistiendo insistiendo insistiendo. Un tipo que elige creer a pesar de, en contra de y por encima de. Alguien así se merece todos los amigos y el amor que logra acaparar en la historia. Y se merece mi aplauso. Nunca un rotundamente quizá fue tan poderoso.

Y vaya forma de terminar una serie animada. Vaya forma de reiniciar todo. Vaya dilema final. Vaya suspenso.

Gary no es el único; que no sea el único.

Paz.
 
 ©2018 DEARmente

julio 21, 2018

Encajar o no encajar

A nadie se le dio veneno en risa.
Lope de Vega.


 

Encajar. No siempre se elige donde encajar. La filosofía actual parece enseñar que son las preferencias las que hacen encajar a los individuos en ciertos grupos. Nada debe detenerte en la idea de encajar en tal o cual lugar, o con tal o cual círculo porque encajar es una cuestión de actitud. No hay que hacerle mala cara a nada ni a nadie y solo tienes que ser positivo, poner todo de ti mismo para ser lo que quieres ser en la vida. Elige lo que te gusta y encajaras en donde sea.

Suena bien. Por mi que se publique por doquier y que sea la consigna de la Nueva Era. Tú decides dónde y cómo ser, nadie puede decirte que no encajas en tal o cual lugar. Lo contrario a eso podría ganarse una de esas etiquetas muy de moda en el colectivo, una reprimenda colosal de las múltiples organizaciones pro-lo-que-sea o hasta una mala nota en un programa televisado. Nadie debe meterse con tus sueños. Nadie debe menospreciar tus preferencias y menos obligarte a abandonarlas. Nadie.

Mutar. La misma naturaleza nos muestra que es preciso cambiar para encajar en ambientes diferentes, adversos o accidentales. Si sobrevivir es la meta, mutar es el camino. Hay que intentar ser, o parecer, a toda costa. Mimetizar, pues. Marca el objetivo, traza un plan, establecer la estrategia y logra lo que quieres. Luego te tomas las fotos de rigor; publicas en tus redes el resultado para ver las reacciones. Te ganarás algunos likes o favs. Con suerte evitaras convertirte en el meme de turno, o quizá lo logres si es lo que deseas.

Si, así.

Encajar o no encajar. ¿Es cuestión de elección? ¿Estamos donde queremos porque somos lo que elegimos? ¿Somos realmente lo que somos porque estamos donde estamos? ¿Hemos perdido nuestra esencia? ¿Ser lo que queremos dicta nuestra esencia?

Que una gallina empolle el huevo de un águila no conseguirá convertir la cría en pollo. Amar el mar no te convierte en pez o gaviota. Vivir entre gorilas no te convertirá en uno de ellos. El ser humano tiene, pues, dilemas diferentes a los que los otros seres de la naturaleza se enfrentan. Una gallina no comerá a otra gallina; no por naturaleza, no sin que le hagas trampa y rostices a una de sus compañeras para servírsela en un plato. A pesar de eso, una gallina no encajaría entre carnívoros, ni entre mamíferos, así le des leche en vez de agua. La cosa no va por allí. Las ballenas sí son mamíferos; los delfines no son peces.

Pensemos en el niño sacado de las aguas para ser criado como egipcio. Llegó a adulto comiendo como egipcio, hablando como egipcio, riendo como egipcio, pensado como egipcio y amando como un egipcio; pero era hebreo. Algo no terminó de hacerlo encajar. No hay evidencia ni rastro de odio de ese hebreo a los egipcios. Cuando hizo lo que hizo, lo hizo por encargo. De hecho, no fue él quien toco el Nilo para hacerlo sangre sino su hermano. El Nilo le llevó a las manos que lo salvaron, pero, aunque le amara, él ya no encajaba como egipcio desde que supo su origen hebreo.

La forma no necesariamente expresa el contenido. Hay algo que no se puede elegir, ni cambiar. El afán por encajar puede desnaturalizarnos. Insistir en encajar puede falsificarnos a nosotros mismos. ¿Qué somos? ¿Por qué somos? ¿Para qué somos?

Inseguridad. El temor al rechazo. La busqueda constante de aceptación. Ser querido, o sentirse querido, que no es lo mismo. Ser parte de. Ser tomado en cuenta para. Llenar carencias emocionales. Sobrevivir a base de la interacción con otros. Satisfacer el ego. Encajar, aunque esto implique usar camuflaje o, como Zelig, convertirnos en otro yo.

Ser otro que no soy para parecer ser algo que quiero ser para encajar con alguien, o con muchos.

Con los griegos, como griego; con los judíos, como judío. Quedar bien en la foto. Salir con buenos comentarios. Recibir invitaciones. Ser contado en las lista. Invocado en los brindis. Tener cherada. Contar con panas. Ser parte de la banda. No estar solo...

Tomar bando. Si encajas como tuerca no podes ser tornillo. Si encajas como clavo no sos martillo. Entonces, si tu naturaleza es madera no podes bañarte en fuego, aunque te guste la idea. No podes salir del agua si sos pez, ni podes vivir de hierba si sos león, así querrás imitar a los Cullen. Así, encajar no siempre es cosa de elección. Los genes te pueden estropear ideas.

Encajar no siempre es cuestión de cálculo o ganas. No siempre es cosa de voluntad o esfuerzo. A veces uno simplemente nació en mayo, por la tarde, sin que nadie pidiera opinión. A veces uno simplemente no cabe, aunque quiera; quizá por tanta boludez acumulada o porque simplemente al destino no se le da la gana.

Paz.

©2018 DEARmente


julio 15, 2018

Mientras llueve

Sube, come y bebe; porque una lluvia grande se oye.
(Eliyah a Ajav)

 
Llueve. Me conviene que llueva. Tengo veinticinco razones por las que me conviene. Además, me gusta. Me gusta escuchar el sonido del agua cuando cae sobre el techo, sobre la acera, sobre las calles, sobre el cuerpo. Me gusta escuchar el viento y los relámpagos. Me gusta cuando llueve.

Estoy en mi cama, solo; pero quisiera tanto estar mojándome en, con y bajo la lluvia, como lo hacía antes, a propósito. Si no estuviera enfermo… 

Llueve poco últimamente. Eso me entristece. Tengo veinticinco razones para ponerme triste. No me conviene la época seca. No le conviene a mis letras tampoco, ni a mis imágenes mentales.  No le conviene a la eterna película que no acaba de editarse en mis pensamientos. No le conviene al suelo, ni al país, ni a nadie.

En ocasiones pienso en ese profeta que evitó que lloviera por tres años. No habrá lluvia sino por mi palabra, dijo. Ni rocío. Tampoco rocío. Se escondió en una cueva y dejó sin lluvia a una nación entera. ¡Vaya tío! Mentí al principio. Pienso en eso mucho, no solo en ocasiones. Pienso demasiado en eso. ¡Un hombre con tal poder!

Yo tengo veinticinco razones para enojarme con cualquier individuo que saliera con una idea similar. Veincitinco, o quizá más. Pienso en la razón veintiséis. Sí, cuando llueve pienso en la razón veintiséis. Lo admito. Estoy fragmentado en más partes, como horrocruxes. Veinticinco aquí, la veintiséis allá, y las que no alcanzo a contabilizar pues se escaparon de mis manos.

Estoy en todos lados, pienso. Y llueve, con la música de Mozart al fondo mientras duerme mi guitarra.

Me conviene que llueva. Tengo veinticinco razones por las que sonrío cuando el agua se precipita desde el cielo. Si no estuviera enfermo y no tuviera que dar las pesadas explicaciones a las pesadas personas que preguntan, seguro estaría mojandome en la lluvia.

La lluvia me hace recordar miradas. Recordar tertulias. Lágrimas. Encuentros. Sonrisas. Besos. Promesas. Poemas. Sueños. Noches. Reflejos. Partidos de fútbol o baloncesto. Caminatas. Sonrisas. Sexo. Cafés. La lluvia me hace pensarte, recordarte. La lluvia me hace recordar tus manos. Recordar, vivir, morir.

Pienso que si algún profeta apareciera de la nada diciendo que no lloverá sino es por su palabra, estaría muy molesto con él, o conmigo, por si a caso. Tengo veinticinco razones para no ser yo ese sujeto. Veintiséis, si cuento el fragmento que vive en algún sitio donde nadie me menciona. O más, si cuento las que no alcanzo a contabilizar pues se escaparon de mis manos.

No; aquí en mi cueva no hay nada contra la lluvia.

Paz.


©2018 DEARmente

marzo 11, 2018

El lobo que nunca duerme

O, los lobos no lloran.


- ¿Qué ves?
- Las estrellas.
- ¿Todas?
- Todas.
- ¿Por qué?
- Porque busco entre ellas.


De niño nunca tuve claro qué significa admirar a una persona. No distinguía si tal cosa era buena o mala, o si personalmente admiraba a alguien. Mis pensamientos estaban más ligados a mis sensaciones que al discernimiento de tal situación. Yo quería. Yo estimaba. Yo apreciaba. Yo temía. Yo, el niño, no sabía admirar.

Fui niño poco tiempo. Tan poco que a veces pienso que no lo fui. Entendiendo la niñez como una etapa de inocencia, yo deje de ser inocente demasiado pronto. No di un salto en el tiempo. No tomé atajos. Los años transcurrieron de uno en uno, pero mi mente se aceleró un poco más. Para bien o para mal, siempre parecí mayor a la edad correspondiente.

Siendo adolescente, descubrí gustos personales que me hacían pensar que la admiración tiene como pilar la simpatía. Así, se elige admirar aquello que nos resulta en principo agradable, luego fascinante, hasta evolucionar en placentero. Elegimos admirar la excelencia de lo que a nosotros nos gusta.

Se admira lo que se desea, lo que nos produce cierta felicidad.

"No admirar casi nada es, oh Numicio,
es lo que hacernos dichosos siempre puede"
(Espistola VI, Horacio)

Se emula lo que se admira, me dijo un maestro. Entonces hice un recuento de mis emulaciones. Tenía doce años. Sabía lo que no quería imitar, pero no sabía qué quería imitar, ni qué o a quién estaba imitando. Entonces me di cuenta que no admiraba a ninguna persona. Sentía cariño y simpatía por personas a quienes no quería imitar. Amaba a personas que no quería imitar... ni por genética.

Un día, visitando a mi bisabuela, me enfrente a la inevitable influencia genética que hay en mi de otros. Quedé expuesto, sin argumentos. Yo no imito aquello que heredo, pero tal condición es inevitable. Así, sin buscar imitar, terminas haciendo gestos de alguien más. Alguien a quien por cierto nunca se te pasa por la mente admirar. Es la voz de alguien más proyectándose desde tu boca, o el guiño involuntario, o la mueca pícara que no sabes de dónde sale, por mencionar las cosas inofensivas o inocentes (porque malas hay).

"Pues los hombres comienzan y comenzaron
a filosofar movidos por la admiración"
(Metafísica, Aristóteles)

La admiración de quien reconoce su ignorancia. No se puede admirar lo que no se conoce. Pareciera el camino fácil. Conozco, luego admiro. Entendiendo la filosofía como la busqueda del conocimiento, admirar pues se torna filosófico. Así, solo si conoces algo o a alguien puedes simpatizar con ello y elegir admirar.

No, no estaba conforme con eso.
Recostado en la banca, a la sombra de un maquilishuat, renegué.

Estaba en mi primer año de universidad y no había elegido a quien admirar, o no sabía con certeza si era admirador de alguien. Muy a pesar del placer que me producía la poesía de este o aquel autor, o la fascinacion que tenía por la música de esta o aquella banda. Sin contar mi gusto por el teatro y la cinematografía, no me atrevía a afirmar si tales gustos alcanzaban el nivel de admiración.

Aún no cumplía dieciocho años.

Una tarde, buscando donde tomar un café, cierto percanse me dio una pista clara del tema. Estando sentado, mientras esperaba, noté un detalle curioso en el lugar. Había nudos Cabeza de Turco en las sillas de madera. Regresé a mi infancia en un pensamiento. Pensé en todo lo que aprendí del Escultismo. Y sonreí.

BP, pensé.

Desde niño imite a alguien sin enterarme que lo hacía. Aprendí de sus enseñanzas, sin pensar que estaba emulando a alguien. Adquirí habilidades que no heredé, y lo hice de forma voluntaria. Habilidades que incluso ahora que soy un adulto al borde de los cuarenta me han ayudado mucho a no ser un despistado.

Recordé a Impeesa, el lobo que nunca duerme.

Cuando era militar, Baden-Powell, fundador del Escultimo, realizo tareas de reconocimiento y espionaje en contra de los Matabeles. Hizo muchas incursiones en las líneas enemigas sin ser atrapado. En una ocasión escuchó que se referían a él como "impeesa", que en lengua nativa es "hiena que merodea por las noches".

“En este sentido el enemigo me llegó a conocer bastante bien; me dieron el mote de “Impeesa”, la bestia que se arrastra por la noche, (the beast that creeps about by night)”.
( Baden-Powell)

Algunos sugieren que los Matabeles le llamaron así de forma despectiva, pero no es cierto pues aquellos pueblos, incluso con odio incluído, mostraban pofunda admiración por los guerreros que mostraban valor y astucia, incluso si eran sus enemigos. Los Matabeles mostraron que la admiración puede desligarse de la simpatía o del afecto, concluí. Y así fui haciendo mi teoría.

B.P. adornó aquel apelativo. Impeesa pasó a ser El lobo que nunca duerme. Aquel que siempre está atento, sin despistes. Aquel a quien ni el que madruga le saca ventaja, pues al no dormir está siempre un paso adelante.

Reconocí que es posible admirar virtudes por encima de las personas, y comencé, sin miedo, a mostrar mi admiración por conocidos y desconocidos. A valorar sus cualidades. Algunas heredadas, otras adquiridas con disciplina y sacrificio. Incluso sin sentir simpatía, admiré cualidades particulares en personas que nunca consideré admirar.

Admiro a Baden-Powell, pero admiro más a Impeesa, pues fue capaz de provocar admiración de aquellos que no le querían, de aquellos que le querían fuera del juego, de aquellos declarados enemigos, de quienes tenían en mente capturarlo. Eliminarlo...

- ¿No puedes dormir?
- Si puedo.
- ¿Por qué no lo haces?
- Porque veo las estrellas.
- ¿Para qué?
- Para no ser despistado.

Como los árboles, algunas ideas se vuelven fuertes con el tiempo. Sus formas pueden parecer distintas, pero no pierden su naturaleza, solo crecen y se vuelven robustas. Mis ideas son fijas. Pienso que Impeesa solo cumplía con su deber, y lo hacía de la mejor manera posible.

El lobo que nunca duerme no se detenía a llorar porque no era admirado por sus colegas o amigos, lejos de eso, se dedicó a hacer su trabajo diariamente en función del beneficio de una misión colectiva y no personal, y así, y solo así, logro arrancar admiración del otro lado, de quienes no lo esperaba, pero de quienes sin duda no buscaban adularle.

Ser pues como Impeesa, dar siempre lo mejor, estar siempre listo, y no detenerse a llorar por la poca o nula admiración que obtenemos de quienes deseamos o esperamos quizás no sea fácil, pero tal vez despierte admiración de aquellos que sepan que de ninguna forma podrán atrapar al lobo que no llora, al Lobo que nunca duerme.

 Paz.

 

 ©2018 DEARmente


marzo 02, 2018

Haec ego non multis scribo, sed tibi: satis enim magnum alter alteri theatrum sumus

Cuantas veces me he dicho:
¿Seré yo esa piedra?

(Comunión Plenaria, de Oliverio Girondo
El Lado Oscuro del Corazón, 1992)



Escribe. No dejes de escribir.

Solo por costumbre. Solo porque sí. Solo para dejar constancia. Escribe, dijo. Escribe sin parar. No pares de escribir, no te detengas. Insiste, insiste. Escribe. Solo hazlo.

Y heme aquí.

Fue hace mucho tiempo, frente a frente, sin mirarnos. El árbol, la piedra, el ave... el silencio. El libro sobre mi rostro. La lluvia... El sonido del viento entre las ramas. La hoja que se desprendía de la rama. La rama que sostenía al árbol, o al universo. Era yo en algún lugar de ninguna parte, susurrando un nombre corto, prohíbido, pesado como acero. Era yo siendo nada, nadie. Todo.

Escribe, dijo.
Escribeme algo.

El sol rebotando en el agua. La risa del niño expandiéndose en todas partes. La zarsa viéndome desde la llama. La roca esperando mi voz.

Era el libro sin título.
Era el poema que no fue.

Escribe, maldita sea. ¡Escribe!

Y así fue.


 ***

Tuve una guitarra negra. Una guitarra que primero fue roja, pero antes fue madera. Fragmento de un árbol, de una semilla sin nombre.

Tuve una guitarra negra, sin nombre. La lleve conmigo a muchos sitios. Y en cualquier rincón, tocaba para nadie. Deslizaba mi dedos en ella, a veces sin sentido, a veces sin paciencia, a veces sin dar con la nota exacta.

Tuve una guitarra negra. Canté demasiadas veces lo que no entendía. Me gustaba pensar que entre ella y yo existía cierta complicidad. Cierta armonía. Que eramos uno...

Tuve una guitarra negra.
La rompí yo mismo contra el suelo.
Hoy lo recordé.


***

Si das con el verso exacto, no necesitarás escribir de más, me dijo. Le pedí que volviera a explicarme el asunto. Despacio. ¿El verso exacto? ¿Cómo saber tal cosa?, pregunté. Pero no conseguí arrancarle el secreto. Entonces escribí cierto poema sin rima. Empeza algo así como "si despierto de repente susurrando tu nombre/ sin causa/ sin remedio/ realmente no estaba dormido...". Luego, a medida que escribía más palabras, el poema me llevaban a otra parte, a otros rostros, al laberinto. Paraba y lo intentaba una y otra vez, sin logarlo.

El verso exacto no existe, me repetía a mi mismo mientras lo buscaba. No hay tal cosa como eso.

Deje, pues, de escribir. Quemé tantos poemas que casi sentí escuchar sus gritos. Olvide todas palabras.

Cierto día de agosto, mientras llovía, recordé de pronto un poema escrito al margen de un libro. Caminaba bajo la lluvia, pues en aquellos días disfrutaba de tal cosumbre. Iba recitando aquel poema en mi mente. El verso exacto... susurré. Y escribí:

Lluvia eres
cuando me tocas
cuando me evades
cuando me empapas...

Y no seguí más. Mas la lluvia insistió tanto que casi me dió pulmonía.

¿Cómo van tus poemas?, me preguntó un día lluvioso. Dejé de escribir, le respondí. ¿Por qué?, preguntó asombrado y molesto. Porque no dí con el verso exacto, respondí. ¿Y cómo darás con él si no escribes?, me preguntó.

Escribe, tonto. Escribe.


***

©2018 DEARmente

Tres anuncios por un Oscar

Seré breve.

Siempre acostumbro ver la película que quiero que gane el Oscar justo antes de la ceremonia. Esta vez no será así, pues no pienso ver nada antes de la ceremonia. Sin embago, acabo de ver Tres anuncios por un crimen por tercera vez, y ya no veré otra más.

¿Esá claro? A mi criterio, debe ser la ganadora de la noche.

La Forma del Agua es un desliz de Guillermo del Toro. La alta valoración de la crítica a la película se debe más a la simpatía que genera Guillermo (la comparto también), pues, estrictamente en el apartado de dirección, ha sido superado por Nolan (Dunkerque) y McDonagh (Tres anuncios...), que no está nominado. Pero ganará el mexicano.

A McDonagh (Tres anuncios...) lo apartaron como a Affleck (Argo). Dados cargados, pues.

Gary Oldman, Frances McDormand, Sam Rockwell y Allison Janney son mi póquer interpretativo. Saoirse Ronan y Christopher Plummer sería los únicos que podrían subir al póquer sin disgutarme.

Los guiones de Llámame por tu nombre y Tres anuncios por un crimes deben imponerse. Aunque Ladybird es una opción buena también.

Nadie compite realmente con Dunkerque en edición. Y la fotografía de Blade Runner 2049 debería ser premiada. Lo demás me da igual. Siempre que The Last Jedi no gane nada, claro.

Esta vez no hubo comentarios previos a las películas. El desgano es así.

Paz.


©2018 DEARmente

diciembre 19, 2017

The Last Post

En principio, este post trataría sobre The Last Jedi. Pero, era tanto lo que iba a escribir para mal de la película, que decidí convertirlo en un post despedida. El último post de DEARMENCIA.

No escribía aquí desde hace meses, y no por falta de ideas, que siempre hay muchas, sino por falta de ánimo. Pereza...

Algo ha pasado, mas no sé qué.

No he sido bueno coleccionando lectores. La evolución de este blog en particular ha sido muy marcada. Y nunca terminé de hilar de qué iba la cosa.

He escrito de todo, que equivale a nada. Todo aquí es nada.

Estuve haciendo bocetos mentales sobre algunos temas, pero se perdieron allí, en algún lugar del cerebro. Perdieron "el momento oportuno" de salir a luz. Se resignaron a quedar en silencio.

Me he resistido por años a cerrar este sitio. Me cuesta. Pero cada día me cuesta menos.

Sea pues el último post de este año.

Paz.

febrero 25, 2017

Oscar 2017, o el cine siempre pierde en los Óscar.


"Nada me disgustaría más que ganar un Óscar"
— Luis Buñuel.



Seré breve. Elegí cinco películas. Las cinco donde su director está nominado*: La La Land, Moonlight, Arrival, Hacksaw Ridge y Manchester by the sea. Escribí reseña de dos. Las cinco me gustaron. Prometo reseña de las otras tres. A continuación, mi opinión previa a la entrega del Oscar.

La La Land
La favorita de muchos. Para mi no es la mejor. Muy sobrevalorada. Tiene muchos votos asegurados, sí; pero por simpatía. Ha sido la más promocionada, y la más premiada previamente, pero el Oscar es otro animal. Ryan descartado. Emma tiene ventaja, pues a Isabelle Huppert, quien debería ganar, le han visto poco, y con subtítulos; pero no descarto una sorpresa, o sea, una decepción colectiva al no ver a Emma ganando. Mismo caso de Damien, el director. Ni su guión es el mejor. La La Land ganará  muchos premios técnicos, y quizá termine ganando el grande, pero quizá...

Moonlight
Está por encima de la anterior. No es la opción simpática. Lo que tiene en contra nada tiene que ver con cine. Barry fue mejor que Damien dirigiendo y escribiendo. Mahershala es mi carta como actor de reparto, aunque no gane. Naomi debe conformarse con su nominación. Barry, por méritos, debería imponerse como director pues a penas y tiene competencia. Si la Academia se pone seria, como pasó con Argo y Spotlight, Moonlight debería ser el único nombre a mencionar al final. 

Arrival
Es el claro ejemplo de cómo una buena dirección puede hacer la diferencia en una película. Continuidad y ritmo. De no ser porque la historia tiene huecos propios, hubiera salido con nota perfecta. Después de la dirección y la edición, Amy Adams fue pilar de la película. No nominarla fue un error. Con las nominaciones basta para Arrival. 

Hacksaw Ridge
Mel Gibson sabe dirigir. Que su nombre suene nuevamente entre los nominados no es accidental. Su película es emotiva, inspiradora; pero tiene mucha potencia narrativa, sobre todo en las escenas bélicas, que están bien filmadas y bien editadas también. Andrew Garfield repite un poco lo que hizo en Boy A, pero más maduro. Su acento en la película ayudo mucho a que fuera considerado. Hacksaw Ridge bien puede ganar sus tres nominaciones técnicas. Nada más. Mi próxima reseña es sobre ella.

Manchester by the sea
Mi favorita emotiva. Para mi, codo a codo con Moonlight, también por encima de La La Land. No es un cine fácil. El guión de Kenneth Lonergan no tiene competencia. Pisa los talones a Barry en la competencia como director. Demian, favorito de todos, fue inferior a ellos. Casey Affleck es reflejo de la buena dirección. Su actuación debe ser premiada. Sobresaliente. Michelle también refleja ese trabajo pero ella debe esperar aún. Tengo un borrador de reseña en espera.

Quinielas y votos
Soy mal apostador. Lo fácil sería dar a La La Land como ganadora, y listo. Es lo que muchos esperan (¿no sucedió lo mismo con Leo?), pero no lo justo. La Academia no ha sido justa plenamente. Hacer quinielas en base a méritos puede hacer quedar como bobo a cualquiera. Atinar a veces es ir con la corriente. Yo, para esto, soy salmón.

La La Land es favorita porque a Hollywood le gusta el halago. La película es eso: un halago al género que fortaleció la meca del cine. A Hollywood no le gusta lo contrario: que se diga que allí no se hace buen cine, ni arte. Hollywood vota por simpatía. La La Land puede seguir el camino de Chicago, Crash o Shakespeare in love, pero no la misma senda de Kramer vs. Kramer, Ordinary People o Midnight Cowboys. Puede ser Titanic, pero no será nunca West Side Story. Moonlight en cambio puede ir como Argo, 12 years a Slave o Spotlight, pero lo suyo es como No Country for Old Men. El que lea, entienda.

¿Quién sabe? Tal vez Manchester by the sea de un golpe como The King's Speech y estaría bien, ¿no? Al final, Kubo y las dos cuerdas mágicas es la única película sin competencia real en su categoría. Eso y los discursos políticos son lo único seguro para el domingo. 

El cine siempre pierde en los Óscar. Cierto Ciudadano Kane se quejó de eso.

Paz.



* Sin menospreciar las demás.

febrero 23, 2017

Moonlight, búsqueda de identidad o dolor en tres actos.

Eres azul. Así es como te voy a llamar: Azul
(Moonlight, 2016)



Confieso que no esperaba mucho de Moonlight. Desconocía a Barry Jenkins, el director, que solo había dirigido Medicine for Melancholy (que no he visto) y nada más. Nadie del elenco es una estrella taquillera. Su temática en el género elegido para la película ponía la cosa muy confusa. Pero vi su video promocional...

Dos cosas llamaron mi atención: las productoras y sus imágenes. La gente de A24 y Plan B Entertainment, por separado, respaldaron proyectos buenos (La Bruja y Ex Machina, de A24 / Selma y 12 años de esclavitud, de Plan B). En teoría, si unían fuerzas, era por algo bueno. Las imágenes del video son poderosas. Me impactaron. La composición del encuadre, el colorido emocional. Su tono lírico. En cuanto pude, me puse frente a ella.

Moonlight resultó maravillosa. Su narrativa es exquisita. Me sorprendió la forma de desarrollar la historia, con todas las implicaciones del tema, usando el género guetto (hood film, para otros) como vía, sin tropezar, sin discursos forzados ni baratos, y, sobre todo, con esa expresividad semántica en sus encuadres, volviendo su visualización sensitiva, pero poderosa.

Moonlight no solo es buena. Frente a ella uno piensa en una obra maestra.

El cine ha sido factor de cambios. Películas han cambiado la forma del cine mismo como arte, pero también han impulsado cambios sociales, aunque en esencia el cine busca impactar al espectador, al individuo.

El Nacimiento de una Nación (D.W. Griffith, 1915) cambió formas técnicas y narrativas del cine, pero también tuvo un impacto social, siendo pionera en esa línea, aunque no tan impactante como El Acorazado Potemkin (S. Eisenstein, 1925), que cambió la estética del lenguaje cinematográfico e inspiró movimientos sociales en Europa. Sin duda el ejemplo más grande e inigualable a la fecha es El Triunfo de la Voluntad de Leni Riefenstahl, pilar propagandístico del fenómeno histórico más determinante de la era moderna. Todas ellas buscaron primero impactar al individuo, pues la sociedad cambia a partir de uno. Así, el cine se convirtió en semillero de ideas, en basa de movimientos sociales. Eso entendió Melvin Van Peebles en 1971 cuando él solo contra la corriente, contra el sistema e incluso contra la censura, escribió, produjo y dirigió Sweet Sweetback's Baadassss Song, pionera del cine guetto. Si bien el contexto histórico de la comunidad afroamericana era otro, la película en principio busca poner al individuo frente a un conflicto personal y social que debe resolver desde sí mismo. Luego, vendrían otras de diferente temática, por mencionar algunas: Do the Right Thing (S. Lee, 1989), Boyz n the Hood (J. Singleton, 1991), New Jack City (M. V. Peebles, 1991), entre otras. Todas con idea de impactar y producir cambios en la comunidad afroamericana y, de alguna forma, empatizarnos con ella.

Moonlight elige el cine guetto (hood film) como vía para mostrar la historia de un individuo en busca de su identidad personal en base a sus preferencias sexuales. Identidad que tropieza con la ignorancia, el miedo, los prejuicios y la confusión que se arraiga a la comunidad afroamericana. La película, sin llegar al discurso narrativo excesivo ni al drama forzado, expone una cruda realidad usando una semántica visual sin igual, apoyándose en diálogos precisos, actuaciones muy bien logradas y en un guión que supo aprovechar la historia que tenía a la mano.

No hay activismo en Moonlight, ni apasionamientos irracionales. Es la realidad expuesta en lenguaje cinematográfico. El discurso no necesita bocina ni cartel ni presentarse como tal. Basta ver lo que está frente a nosotros. Los matices están, pero es el espectador quien decide interpretarlos, sin ser empujado forzosamente. La película solo muestra un ser humano expuesto a lo que no elige y a lo que termina eligiendo.

Disiento de quienes ven a Moonlight como el Pulp Fiction del cine guetto. Si su estructura fragmentada le asemeja, le distancia su estética. Tampoco es comparable a Boyhood, aunque se identifique cierta emulación. Moonlight es al cine guetto lo que Off the Wall fue a la música disco. Minuto a minuto va superando las expectativas. No es un drama barato, ni la típica película de discurso antirracista. Moonlight es humanismo en colores.

El relato de Moonlight es duro. Dividida en tres partes: infancia, adolescencia y adultez, sigue momentos claves en la vida de Chiron, una afroamericano que crece en un barrio conflictivo donde las drogas, el abuso y la marginación son el pan diario.

Basada en una obra de teatro, usa un esquema similar al presentarnos la historia en tres actos.

i. Little
 
 Todo pasa cuando uno es niño. Toda historia tiene un origen, un por qué. Esta primera, protagonizada por Alex Hibbert, un niño con pocos diálogos, demuestra mucha madurez del director. Hay en su desarrollo un ritmo atípico del género, llevando con mucha paciencia la historia, a veces filmando como un documental. La falta de diálogos en Chiron-niño no le resta dramatismo a su interpretación, logrando en ese silencio demostrar la impotencia que viene con la infancia de no poder cambiar muchas cosas. Los ojos de Chiron-niño expresan justamente el primer conflicto del individuo.

Sobresale mucho la actuación de Mahershala Ali quien personifica a Juan, quien será el primer referente de Chiron en la historia, dotándole al personaje un halo de mentor proveído por el destino. Una especie de guardián y guía para Chiron en el laberinto que deambula. Es él quien da sentido a la idea misma de la película. Es el encuentro entre estos dos personajes el punto de partida de la historia que es bien explotado por el guión, dándole un dramatismo lírico sin igual en el género a la historia.

Las escena en el agua con el niño en brazos de su protector es poética y potente. Es como un bautismo, como un renacimiento, como una iniciación. El climax de la relación entre ambos. Literalmente, a ese punto, la película se siente.

Muy convincente la actuación de Mahershala. Sus escenas claves están en el desenlace de esta primera parte que es la exposición dura y cruda de una realidad en la sociedad. Si el silencio de Chiron es reflejo de miedo, inseguridad y descuido de parte de una madre dogradicta, ¿cómo es posible que el valor, seguridad y protección provengan de quien vender droga a su madre?

Lágrima puras en la interpretación.

ii. Chiron

Si en la niñez se hacen las heridas, en la adolescencia se marcan las cicatrices. En esta segunda parte, o segundo acto vemos un Chiron más alto, pero más confundido. La elección de Ashton Sanders ayuda mucho en la continuidad del personaje. Su interpretación refleja perfectamente el estado de Chiron, un adolescente acosado, marginado y expuesto a una realidad familiar donde su único nexo con el mundo es una madre drogadicta y desequilibrada. Aquí se dan las imágenes más impactantes del filme. Aquí, la película golpea, y sangra al espectador. Aquí también se parten las aguas. El tema de la sexualidad del individuo coloca las cartas sobre la mesa.

Hay mucho valor en Jenkins. Evitar el activismo, el discurso, la promoción o la frivolización del tema de preferencias sexuales es difícil en el cine, y más dentro del género guetto. Jenkins escribe y filma con una madurez soberbia. Aquí, menos es más. Aquí el cine lleva de la mano la historia. Primeros planos para explorar miradas. Cámara girando sobre su eje para mostrar desesperación, acoso. Plano detalle de manos entrelazadas en la area para mostrar pasión. Jenkins lo hace perfecto.

Ashton interpreta bien, y, con más diálogos, nos presenta no solo el plano emocional de Chiron, sino el plano filosófico del mismo. Querer ser versus deber ser. Poder ser versus no saber qué ser. El resentimiento, la frustración, la ira...

Las miradas no engañan.

iii. Black

Menos poética, menos fuerte, la tercera parte, o acto final, no desmejora la película. Incluso, después de todas las sensaciones acumuladas, la serenidad y pausa con que se desarrolla la etapa adulta de Chiron solidifican el drama. Es casi obligada la reflexión en la adultez. Y las reflexiones llevan a conclusiones.

A Trevante Rhodes le toca interpretar al adulto incompleto a pesar de ir sumando aquello que determinó su actualidad. Un cierto vacío individual creado por decisiones propias, pero con una cantidad de efectos involuntarios que se acumulan bajo su rostro. Para eso, Jenkins usa como referente visual a 50 Cent. Inconfundible. Así, todos los elementos se ponen a mano para analogías y paradojas. El guiño visual, como cáscara. El arquetipo de lo que se supone debe ser la consecuencia de crecer siendo negro y pobre en un espacio marginal de la sociedad. Sobrevivir, y, de algún modo, ser alguien... pero Jenkins, al presentar así a Chiron como Black, tiene en mente romper esa idea visual.

— ¿Quién eres, hombre?
— ¿Quién, yo?, responde Black (Chiron).  

Si Juan (Mahershala) muestra el camino, Kevin (André Holland) ayuda a recorrerlo. Es el contrapeso de la tercera parte. La voz reflexiva, la luz. Él detona a Chiron en la segunda parte, aquí recoge el daño y pone vendas. Juan dice a Chiron-niño: un día tienes que decidir por ti mismo quien vas a ser. No puede dejar que otros decidan por ti.

— Sí, negro. Tú. ¿Esa pinta? ¿Ese carro? ¿Quién es Chiron?
— Soy yo. No trato de ser nadie más, responde Black.

La empatía, la complicidad, el amor... Chiron y Kevin no están frene a frente sin razón alguna. No es un simple porque sí.  Jenkins es valiente con la cámara. El ritmo del desenlace final no debe ser apresurado. No hay prisas, a pesar del vendaval de emociones que están latentes en ese momento. La película se siente.  André con sus pocos diálogos y tomas logra ser un personaje clave. Con un guión así, y con una dirección tan potente, no se puede naufragar.

— Te vi... y un minuto me di cuenta que no eras lo que esperaba. No es bueno ni malo, pero no es lo que esperaba.

La falta de identidad, o la identidad fallida. ¿No es ese el punto de la película? Ambos personajes vienen del mismo sitio, aunque no han pasado por las mismas circunstancias, sobrevivieron a su manera esa vida pasada, esa miseria, ese silencio, ese dolor.

Trevante convence, y conmueve. Sus ojos muestran todo el dolor contenido. Su voz, la voz de Chiron, es llanto disimulado.

— Nunca hice algo que realmente quisiera. Hice lo que todos pensaban que debía hacer. Nunca he sido yo mismo realmente.

Esa línea de Kevin resume todo.

Parece más fácil filmar en secciones, fragmentado. La continuidad es más fácil de sortear, se piensa. Pero no necesariamente es así. Personalmente pienso que es más difícil. La continuidad en el cine es básica. En la edición se pueden caer intensiones. Aquí hay oro por todos lados. La edición no debió ser fácil, pero la dirección es tan precisa que casi se edita filmando. Sorprendente.

Las mujeres, como yin y yang.

Naomi Harris interpreta a la madre de Chiron. Es en la historia el lado oscuro. Teresa, interpretada por Janelle Monáe, es la luz. Piedra y almohada. Grito y susurro. Golpe y caricia. Los únicos personaje femeninos principales que influyen en Chiron. Una, madre; la otra, amiga. Con algunas escenas de más, a mi gusto, pero bien trabajadas por las actrices. Quizá Naomi sobresalga debido a la caracterización que el guión le exige. Su última aparición en escena demuestra que Jenkins sabe dirigir actores.

Sorprendente para quien solo ha dirigido dos películas.

Moonlight es cine sin trucos. No busca simpatías. A Jenkins le insultaron desde su propia comunidad. Se puede estar de acuerdo o no con ciertos temas, pero nadie que haga una valoración estrictamente cinematográfica negara que esta es un película superior. Frente a ella una piensa en una obra maestra. Quizá Moonlight no busque cambiar el mundo, pero su luz puede ayudar a algún individuo.

De 2016, lo mejor.

Paz.


febrero 08, 2017

La La Land, bella pero...

... qué desperdicio de tan bella noche. (La La Land, 2016)



La La Land es bella, como ver un atardecer en la playa o un amanecer visto desde una cima. Todo con música de fondo. Bellas melodías, y, a veces, un poco de jazz. Bella como una postal, una hermosa fotografía que nos hace imaginar cómo sería estar allí, dentro de ella, o mejor, en el lugar que nos muestra. Su historia puede ser nuestra historia, la de todos. Un sueño, o dos, o miles de sueños convergiendo en una oda al amor, al arte y a la vida misma. 

Hay en La La Land cierto espectáculo que no deja indiferente al espectador, y, como el cine provoca una percepción sensorial en el individuo, éste reacciona condicionado al momento exacto en que es expuesto a la película. Así, La La Land puede enamorarnos o marearnos, inspirarnos o decepcionarnos, conmovernos o aturdirnos...

Está pensada, y filmada, de tal forma que negar su belleza parezca necedad, sin embargo, las percepciones sensoriales no siempre son confiables. Si algo es bello no necesariamente implica que sea bueno, ni que sea bueno implica que sea excelente, menos perfecto. La La Land es eso.

La La Land, descrita brevemente, es la historia de dos soñadores: Mía y Sebastian. Ella, aspirante a actriz; él, pianista de jazz. Ambos, por separado, luchan a diario por alcanzar su sueño. Tras un par de encuentros fugaces, terminan envueltos en un idilio, cuyo destino está sentenciado justamente por los sueños de ambos.

A la película a penas le alcanza para obra de arte, mas no para obra maestra. Es un musical, pues se presenta como tal, más como homenaje al género que como vía o esencia propia. Es más, su pero más grande (pues hay varios) es que, al usar el género como excusa, tropieza en desarrollar su historia y no hay profundidad.

Los musicales, los clásicos, los buenos, las obras maestras del género, sobresalen justamente porque la musicalización de los diálogos, las canciones o los bailes, no fueron simplemente actos de coreografía y talento bien filmados, sino que desarrollaban y potenciaban la historia, dandole matices e incluso definiendo, a veces en una sola escena (canción, baile) la caracterización de sus protagonistas.  En La La Land, tenemos dos actores que hicieron bien su tareas previas, o sea sus ensayos, y que además de carisma, saben actuar.

Mía

Si Emma Stone no era la primera opción para la película, su participación sería lo más afortunado que pudo pasarle a la producción. Por menos, obtuvieron más. Emma sí actua. Ella pesa en la película. No por sex-appeal o arrastre en taquilla, ni porque la suya sea una súper actuación, sino porque en algunos lienzos se pinta mejor que en otros. Emma, visualmente, ayuda mucho a la idea visual del film.

No es una gran bailarina, ni una buena cantante; pero tiene talento que se transmite en su interpretación. Hay seriedad en su propuesta, incluso en los momentos menos serios. Eso habla bien de su compromiso con su papel. Sus ojos ayudan mucho a transmitir intenciones, más cuando ciertos planos están acentuados con música. Y el vestuario, una de las únicas tres cosas perfectas del filme, pues, le queda perfecto.

El guión no le ayuda mucho a su actuación. La edición, menos; pero aquí hay mucha culpa del director, algo que abordaré adelante. Sin embargo, ella, con lo poco que le dan, brinda una buena actuación.

Sebastian

Me sorprendieron algunas tomas de Ryan Gosling al piano. Sus manos demuestran disciplina, ensayos. Cualquier músico debe notarlo. Es difícil encontrar trucos a primera vista en una escena, y cuando un director cumple la regla "muestra lo que vas a hacer y hazlo" su idea es dejarnos pensado "¿cómo lo hizo?". Así, se obtiene lo que se ve: Ryan ejecutando demasiado bien escalas de jazz en el piano.

Se nota un más allá en la preparación de su personaje. Tocar jazz no es cualquier cosa. Interpretarlo de una manera creíble era lo mínimo que podía hacer, pero que el mismo actor toque el piano en las tomas, pues, supera expectativas.

Ryan se ve lento en los bailes, quizá un poco a propósito. Sebastian es músico no bailarín profesional, pero quizá se juega al despiste en eso. Si él se ve lento, Emma luce con más gracia...

Poco dramatismo en su interpretación. Ryan se opaca. A veces su rostro inexpresivo dice más que muchos de sus gestos. El guión no da mucho oro a su personaje, y queda poco desarrollado. Algunos diálogos, sobre todo donde se habla de jazz, son demasiado forzados y su interpretación lo evidencia.

Si no hay truco es sus escenas de piano, Ryan merece aplauso por eso. Pero nada más.

Ni Fred Astaire, ni Ginger Rogers

Que los actores muestren poco talento al bailar puede ser a propósito. La La Land es una forma sarcástica, casi despectiva, de referirse a Hollywood. Hay un tono sarcástico que probablemente era más fuerte, pero quizá quienes financiaron la película terminaron moderándolo.

¿No es el epílogo algo bello pero innecesario? A mi me lo parece.

La química entre los Emma y Ryan resulta. Afortunadamente para ellos, no hay más personajes de peso, no por falta de talento sino porque el guión así lo dispuso. Eso sí, la frase más potente la dice un personaje secundario, y sin necesidad de forzarla ni buscar solemnidad.

Más primero planos en escenas puntuales hubieran ponderado las interpretaciones. Damien no parece director de actores. Depende mucho del talento de los mismos (paso en Whiplash). En ocasiones, la cámara busca más el encuadre perfecto y no la intención interpretativa perfecta. Dirigir miradas es básico, pero se puede sacar más de ese ejercicio con paciencia e instinto. De no ser porque los ojos de Emma son expresivos per se, muchas de sus tomas hubieran sido bastante planas.

Emma y Ryan, comparados a Fred y Ginger, quedan como aspirantes; pero pensando en los que pudieron ser los posibles protagonistas, salen mejor calificados en cuanto a química. Seguro hay más mérito de algún productor ejecutivo en eso que en las versiones relatadas.

Música y color
 
Aquí hay truco. La puesta en escena es correcta, por eso La La Land es bella. La fotografía, el vestuario, la decoración, la ambientación... casi impecable todo. Incluir los colores de las gelatinas para cámaras (rojo, verde, amarillo, azul) como parte de las paletas de color fue muy atinado. Color block por doquier. El contraste es exquisito en muchas escenas. Hay un tono de melancolía visual que combina muy bien con la música. En muchas escenas, se busca emular la hora mágica (fotografía) acentuando perfectamente la idea del film. Los musicales, en su forma clásica, nos muestran sueños y soñadores. Nos muestran magia. Y, en ocasiones, esa magia queda grabada en la mente mucho tiempo en forma de nostalgia.

La música, pues, acompaña lo visual, como describiendo cada estado de ánimo en la historia. Primero, la introducción, alegre, jocosa, colorida, espontánea... luego, la presentación de los personajes. Por un lado, Mía, del colorido nocturno a azul melancólico; luego, Sebastian, de la claridad anónima y silenciosa a noche intima, azul. Azul, azul, azul.

Si Orson Welles tuvo a Gregg Toland, Peter Bogdanovich a Robert Surtees, Terrence Malick a Nelson Almendros, Alejandro González Iñárritu a Emmanuel Lubebezki, pues, Damien Chazelle contó con el arte de Linus Sandgren como director de fotografía, y así, todo es más fácil. Cuando dejas trabajar a los que saben, se tiene resultados satisfactorios, éxitos garantizados.

El truco es ese. La La Land está preciosamente fotografiada. Por eso la dirección parece (repito, parece) perfecta. Con escenas tan bellamente filmadas, Justin Hurwitz, el compositor de la música, tenía el camino fácil. ¿Acaso no es inspirador un bello atardecer? ¿Acaso un amanecer no provoca emociones? ¿No es la hora mágica (fotografía) un momento idóneo para soñar?

La mezcla del color y la música en La La Land es perfecta, ¡Y en cinemascope!

Damien, el tibio.

Ni frío, ni caliente. Me queje al ver cómo la escena más dramática de la película queda jodida por mala edición, y culpó a Damien por ello. Aquí su dirección está lejos de lo que hizo en Whiplash. El colorido, el ruido, la música, etc. han confundido a todo mundo. Son otros los que han hecho quedar bien al director. Además, siendo el guionista, pudo resolver las cosas de otra forma.

Damien ha copiado y adaptado cosas. Las calcó. Están allí todas las referencias. Buscó un hilo argumental donde mezclarlo todo y lo hizo bien, pero solo repitió fórmulas. Luego, se rodeo de un buen grupo para echar adelante el proyecto, pero eso es más tarea de la producción, no de él. O sea, las coreografías, no son trabajo de él. Las escenografía, los vestuarios, la música, la fotografía, etc. son trabajo de terceros. Si el director tiene libertad creativa, puede influenciar mucho al equipo, pero el cine es un trabajo colectivo. ¡Ni Kubrick logró control total!

Damien dirige bien, con ingenio; pero en La La Land va cargado en otros.

Hay tecnología como complice también. La escena icono de la película fue dirigida con tecnología. Montaje de tomas con efectos especiales. No es pecado, pero se han han escrito algunas falacias al respecto. Damien filma bien, pero tibio. Algunas escenas perfectamente pudieron ser filmadas por la segunda unidad, o por cualquier director de videos musicales. Y no pasa nada. Así se hace siempre. El director se encarga de lo importante, precisamente el trabajo con los protagonistas principales, con los actores. Allí es donde está el oro. No todo es cosa del director. ¡Consulten a Truffaut (como director, no como crítico)!

En mi opinión, el guión quedo cortito en el desarrollo de los protagonistas, y a penas alcanzó a resolver la historia. Aunque a nadie le ha molestado el asunto. Al terminar de ver la película, pensé en Titanic de James Cameron. Vacía pero espectacular y bella....

Ese sarcasmo que inicia desde que aparece la leyenda cinemascope en pantalla hubiera quedado mejor si el tono de comedia hubiera subido un poco. Sarcasmo por doquier. En la primer secuencia, mostrando a los soñadores atorados en el tráfico de Los Angeles. Voy por mi sueño, pero primero debo salir de aquí. La presencia de J.K. Simmons como un gerente de restaurante que prefiere Villancicos al jazz es buenísima, pero solo si viste Whiplash. Las fiestas en Los Ángeles como busca de chance (léase chance en cualquier connotación). El ringtone interrumpiendo un momento musical. El comentario, en la misma escena, sobre la vista desde Mulholland Drive justo al atardecer, cuando se da la hora mágica, sobre que es un desperdicio... John Legend a la guitarra. La cinta quemada mientras se proyecta una vieja película. O la visita misma al observatorio (ver estrellas)... hay un moderado sarcasmo que, claramente, en la industria lo han pillado a bien. ¡Hasta lo celebran!

La frase de Argo "un mono puede aprender ser director en un día" es sarcasmo puro. Una sola frase. ¡Pum! Damien tuvo material a la mano para sacar más de ese sarcasmo en su guión y se quedó en lo superficial, en lo simpático.

Para mi, Damien quedó tibio.

La La Land no es ni de cerca un gran musical cinematográfico. Es un gran show, sí. Es un espectáculo, sí. Es preciosa, sí, pero no está al nivel de los grandes musicales. Es más, debe nutriese de ellos para parecer que es estupenda.

Mencioné antes que al final de la película pensé en Titanic, aquella película que rompió todos los records de entonces y embobo a la humanidad entera. Pensé en lo parecido que es el caso de La La Land. Y no pude evitar pensar en fórmulas.

El camino de La La Land al éxito ha sido perfecto.

Una película se juzga al estar frente a ella, pero el espectador pude estar condicionado por muchos factores. Lo que se dice de ella antes, más toda la expectativa que se genera. O lo que se dice después de su estreno. Muchas películas murieron antes de estrenarse. Muchas buenas ideas quedaron en oscuridad mientras muchas malas ideas vieron la luz y fueron éxitos comerciales. El éxito de La La Land no ha sido casual. Hay un plan.

Mismo caso que Titanic, los estudios dudaron mucho de la idea del director. ¿La diferencia? James Cameron tenía crédito en Hollywood, como nadie en ese momento; Damien no tanto. Su película Whiplash fue más éxito de crítica que taquilla, aunque fue rentable comparada su inversión. Así, Titanic era del director de Aliens y Terminator, y esta es del director de Whiplash.

Whiplash fue genial. ¡Genial!

El siguiente paso era casi obvio. Se trataba de un musical. Un extraño experimento de musical. Una vez invertido el dinero, ¿qué hacer con eso? Pues exhibirla en un festival de prestigio (Venecia) mencionando al director de Whiplash.

¿Quienes van a los festivales de cine? los jurados, los que presentan sus películas, cinéfilos, inversionistas, críticos, prensa de espectáculos, actores, gente de cine, etc... O sea, gente condicionada por el séptimo arte.  Muchos de ellos invitados, con gastos pagados. Es, pues, gente que conoce muchas (o todas) películas en las que se basa (¿copia?) La La Land. Gente que no se saca El Mago de Oz de la cabeza, ni West Side Story (¿el mejor musical?), ni Singin' in the rain (de aquí mama mucho), entre otras. ¿Resultado? Aplauso garantizado, fácil. Buenas críticas, buenos comentarios. Colocar en tu póster de promoción frases de los comentarios y críticas positivas del festival y las cinco estrellitas por doquier. Nadie coloca en sus póster las malas críticas.

Vamos, que aún no llegamos al estreno oficial.

El estreno oficial se pospuso. ¿Por qué? ¿para qué? ¿retoques? quizá, pero se aprovechó muy bien la  promoción en la temporada de premiación... además, se hizo un estreno previo, eh. O sea, probablemente hay dos versiones de la película. Ojo a eso.

El público no piensa igual en julio que en agosto, menos en diciembre. ¡Y La La Land se estreno una semana previa a navidad! ¡Qué dulzura! ¿no?

Luego, un par de empujoncitos más... de la prensa extranjera en Hollywood, los Globos de Oro. Un record y ahora todos ven una obra de maestra.

No lo es.

No es una obra de maestra.

La La Land es bella. Negarlo es difícil. Frente a ella, solo queda disfrutar, u odiar. Sí, también se puede odiar su belleza y simpatía (no todo lo bello es simpático). Una vez cada cierto tiempo una película cae de pie en el mundo bendecida por la fortuna. La La Land es ese caso. Quizá la falta de optimismo global potencio que esta película simpatizara tanto con tantos.

Pero aquí no valoramos a la ligera. Las manzanas no son peras, y no todo lo que brilla es oro.

Paz.