El tipo con antejos en la foto es, mas no es. Y quienes le conocen lo saben. Sin embargo, es. O fue. Aunque en la imagen siempre sea. Es decir, está.
Porque ser es estar. Y viceversa.
La imagen por si sola parece una foto, pero nadie tomo esa fotografía. La imagen es un fotograma de un cortometraje. Un fragmento mínimo de una escena, que a su vez es una parte de la historia mostrada en pantalla. Historia proyectada como gran video musical, por cierto: Ghosts, de Michael Jackson.
Tal video está repleto de efectos especiales. Son muchos los tipos de efectos visuales aplicados en él. Todos realmente. El más impresionante, manifestado en el hombre con anteojos. Ese que es, mas no es. Ese que esconde a Michael Jackson. Detalle revelado al final, justo con los créditos.
Impresionante.
King Kong impresionó en 1933, pero sus efectos visuales no buscaban engañar a nadie.
Miles de cineastas consideran esa película una asombrosa puesta en escena con impresionantes efectos visuales, en contexto con la época, por supuesto. Pero Kong no existe. Nadie se engaño después con las versiones de 1976 y 2005, aunque los efectos visuales fueron mejorados.
Ni Darby O´Gill y el Rey de los Duendes intentaron engañarnos.
Aunque impresionantes fueron los efectos visuales aplicados a la película de 1959. Aun hoy, con toda la tecnología a la mano, hay muchos realizadores que alaban las técnicas empleadas en ella. Algunas misteriosas. Hasta Peter Jackson tuvo que verla como manual para dar vida a sus hobbits de la tierra media.
El hombre con anteojos sí engañó.
Así, el mejor efecto visual es aquel que debe ser revelado. El que no se advierte. El que puede pasar por cierto. El que se asume es, aunque no sea.
No voy a hablar de cine, ni de música. Las referencias me sirven para explicarme.
Los efectos especiales no son exclusivos del cine, ni del teatro ni la música. Los humanos usamos efectos especiales para mostrarnos a los demás. Unos aplican esos efectos como recurso de presentación. Otros intentan impresionar. Puede ser un mezcla. Se pueden confundir ambos usos.
Algunos ni siquiera son conscientes de ellos. Ni del uso, ni de la proyección. Menos de la recepción.
Lo que se ve, ¿es? Lo que se huele, ¿es? Lo que se siente, ¿es? Si está, es; aunque no sea.
No es el hombre de anteojos quien nos engaña realmente. Es Michael quien nos engaña. Es su maquillaje, las luces, sus gestos, el vestuario... todos esos efectos visuales solo son recursos para que una idea sea manifestada, mas no la intención verdadera de la idea.
La idea es engañar e impresionar. Sin embargo, puede existir una idea más profunda. ¿Engañar para qué? ¿Para mostrar el engaño? ¿Engañar, mostrar el engaño y causar impresión? ¿O demostrarse a si mismo algo?
Si con los créditos no se mostrara quien está bajo la figura del hombre de lentes, probablemente jamás nos hubieramos enterado del engaño. El efecto visual perfecto.
Nosotros somos más lo que ocultamos que aquello que mostramos.
Hay más efectos especiales en nuestra vida cotidiana que en todas las películas filmadas a la fecha. Quizá no tan impresionantes, pero si engañosos. Efectos dignos del aplauso.
Algunos jamás los descubriremos.
No compro esa idea que esos efectos visuales buscan proteger al individuo. La naturaleza presenta casos en que especies se protegen con camuflaje, pero también hay gran cantidad de ejemplos en los que ese disfraz es usado para atacar.
Todo engaño tiene una intensión.
Buena. Mala. Justa. Injusta. Sea cual sea la etiqueta, no hay engaño sin intención.
¿Por qué no mostrarnos como somos? ¿Por qué usar tanto efecto especial? ¿Por qué proyectar lo que no es?
Ser implica no poder no ser.
Michael logró engañarnos, pero solo lo supimos cuado se reveló tal engaño. Frente a él solo pudimos reaccionar como si tal realidad existiera. Era, aun cuando no era. La aceptamos, la recibimos. Y cuando se revelo el truco, lo aplaudimos.
Alguien no es lo que dice ser, ni lo que hace. Tal manifestación es muy simplista. Lo evidente no necesariamente es lo cierto. Un acto no revela la intención. Estar es ser, pero ser no solo por evidencia sino por esencia y naturaleza. No porque esté volando en el cielo soy pájaro, ni porque esté sumergido en el mar soy pez. No porque ladro soy perro, ni porque cierre mis ojos soy ciego. Que algo no sea evidente no significa que no esté alli, o que no sea.
No importa la cantidad de efectos especiales que use (sonoros, visuales, sensoriales), soy, y no puedo no ser. Y usted, estimado, es y no puede no ser.
En esta era de redes sociales, el uso de efectos especiales es más común. Desde la elección de fotos a presentar, pasando por las publicaciones escritas, hasta la forma es que las personas se proyectan. Si antes la humanidad era mucho efecto especial, ahora quizá es todo efectos especiales.
Cuando la computadora o el celular se apaga, o cuando se cierra la sesión, es cuando nos quedamos con lo que somos realmente. No las risas colgadas en las fotos elegidas para impresionar, no en las frases copiadas o finamente editadas para dar una idea diferente de lo que somos.
Solos frente al espejo, sin efectos visuales, sin trucos... en lo oculto.
Quizá por eso sospecho de lo evidente. Y recomiendo a todos que también sospechen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario