Acusado siempre de hablar-promover-venerar películas (prefiero decir cine) que no se entienden o que son de una era que ya no importa, o pasó de moda, tengo que decir en mi defensa: que soy culpable.
Sí, en mi defensa diré "soy culpable" (El que lee, entienda).
Erase una vez Sofía Loren, y qué Sofía Loren! Acusada de ser una especie de bomba sexual lanzada desde Italia al mundo entero en los años cincuenta (como Brigitte Bardot, desde Francia) salva con honores su carrera cinematográfica con una impresionante demostración de talento en la película Dos Mujeres (La Ciociara, 1960) de Vittorio De Sica, que con gusto me dedicaré a comentar a continuación.
Dos Mujeres es la historia de cómo una madre y su hija que sobreviven, física y emocionalmente, a una guerra donde sin ser invitadas ni complices resultan víctimas de la misma.
Los tres aspectos que sobresalen de esta película son su dirección, su estilo y la actuación de Sofía. Tres aspectos que se resumen en un nombre propio: Vittorio De Sica.
Usando siempre su pincel neorrealista, De Sica pinta las escenas de esta película con una belleza intencional que no queda más que fascinarse. Y es a él (y en esto soy radical) a quien se debe que Cesira, el personaje que interpreta Sofía, sea pletoricamente hermoso. Hermoso, en cuanto ella es hermosa. Hermosos en cuanto es perfectamente presentado en escena. Hermoso en cuanto a la catarsis resultante de contemplarle. Y no es que el talento de Sofía no merezca mención, pues si lo merece. Pero es De Sica quien saca lo mejor de Sofía cuadro por cuadro durante toda la película. Es el director, y su constante enfrentamiento dialéctico con el arte, quien convierte a Sofía en Cesira, y ésta, rendida por completo, asume y proyecta la imágen digna de las mismas heroinas griegas. Sofía lo intentó después en otras películas, pero nadie, excepto De Sica, logró explotar de ella más que su belleza. Cabe decir también que Cesira es Sofía, y Sofía es Cesira, y nadie más podría serlo.
Si bien Dos Mujeres está algunos centímetros abajo de la pieza maestra de Vittorio De Sica, El Ladrón de Bicicletas, no puedo evitar decir que en cuanto a su presentación, ésta le supera por hacerlo de una forma más universal que la otra, o, mejor dicho, de forma más simpática.
La post-guerra conmueve, pero la guerra impacta. La madre, como objeto casi divinizado de la humanidad, siempre superará la imagen de un padre, por más lucha que éste emprenda, y un rostro (y figura) tan hermoso como el de Cesira, la heroína, siempre se agradece más que el rostro impotente de Antonio Ricci, personaje de El Ladrón de Bicicletas.
La Academia®, más coherente que de costumbre, premió la actuación de Sofía por su trabajo en esta película, demostrando que el idioma no es obstáculo para transmitir emociones o para enamorar, y si es italiano, mejor.
Me atrevo a decir que De Sica eligió intencionalmente a Sofía para hacer de su presencia en la película una metáfora de que cómo la belleza externa no excluye a la interna ni está exenta del sufrimiento. Las lágrimas son de todos, pero el valor también.
Bella.
"El día que iba a ver Dos Mujeres, donde sale Sofía Loren, me enfermé y no pude ir", solía decir Mamá Lila, mi abuela, al recordar su intento fallido de ver la película en su juventud, pero ya no, ya no, porque se la he llevado para que no vuelva a decir lo mismo. Y yo, me he dado varios golpes en la cabeza por tardarme tanto en conseguirsela y, sobre todo, por tardarme tanto en contemplar en silencio una película tan digna.
No sólo os la recomiendo sino que estáis obligados a verla.
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