La vida es grande, la memoria es corta.
Por favor, anotenme la cita. Es mía. No es una frase tan espectacular, como la que Matilde Elena López, escritora salvadoreña, repite constantemente: "La vida es más grande que el destino". Pero, después de mucho meditar, he llegado a esa conclusión.
Se lo dije uno de estos días a mis amigos. Claro, como es costumbre, ambos intentaron convencerme de algo muy diferente, llevándome la contraria con todo tipo de argumentos. Pero, no lo lograron.
Traigo esto a cuentas porque, justo ahora que he resuelto publicar este post, es precisamente la memoria la que se me ha quedado corta en muchas cosas, demasiado corta.
Siempre hay un culpable.
En un post anterior mencioné que mi madre nos compró, a mi hermano y a mí, nuestro primer y único reproductor de vídeo, un VHS. Es aquí donde la memoria comienza a generar confusión. No tengo un registro claro en mi mente del año exacto en que lo llevó a casa, pero, cruzando fechas y acontecimientos, debió ser entre 1990 y 1991.
Al finalizar el año escolar, y debido a un acuerdo familiar, íbamos a pasar las vacaciones en casa de mi padre. Entre las cosas que llevábamos al veraneo estaba incluído el VHS.
Es precisamente en casa de mi padre donde inició la costumbre —a veces creo que exagerada— de desvelarnos viendo películas y amanecer en ese afán. En esos días, había renta vídeos por todos lados. Era un buen negocio. El poder adquisitivo del ciudadano común y corriente de El Salvador y la tecnología, no le permitían comprar películas originales sin desajustar considerablemente su presupuesto. Los piratas aún no salían a las calles —pero habían—. Entonces, uno se iba a rentar películas.
Mi padre es el culpable que desarrolláramos ese habito de forma increíble. Solíamos desvelarnos viendo todo tipo de películas. Es por causa de mi padre que en mi adn están incluídas la mayoría de películas de Bruce Lee. Es el culpable que yo, con apenas 12 años, quedara sin aliento al ver a Sharon Stone cruzar sus piernas en la tan famosa escena de Bajos Instintos. Es el culpable que buscáramos sin descanso, títulos como "Se presume inocente", "Amor al primer mordisco", "El Juego de la Muerte" y "La Sociedad de los Poetas Muertos".
Precisamente, la búsqueda de esta última película, las intenciones que mi padre tenía al recomendárnosla y las consecuencias derivadas de haberla visto, es lo que me ha movido a escribir este post, el primer post del año.
Una larga búsqueda.
Es curioso, mi padre debió haber visto esa película entre 1989 (año de su estreno mundial) y 1990 (probable estreno aquí). O sea, mi padre tenía más o menos la misma edad que tengo ahora cuando vio la película por primera vez. Casi los 30 años.
Recuerdo que hacíamos una lista de las películas a rentar. En muchos casos, mi padre nos había dado un relato previo de alguna película que él proponía (¿herencia genética?) para que nosotros decidiésemos verla o no. Como siempre, rentábamos al menos una de sus recomendaciones.
Esa película, sin embargo, no recuerdo que nos la relatara. Recuerdo que dijo que debíamos buscar una película muy buena que se llamaba La Sociedad de los Poetas Muertos, porque nos iba a gustar mucho. Nada más eso.
Salimos en su búsqueda muy temprano, revisando todos los renta vídeos a los que solíamos ir. Pronto nos dimos cuenta que esa película era notoriamente poco conocida o, probablemente, poco demandada. Ni siquiera en BlockBuster, que era el renta vídeo más completo del país, encontramos una copia. Pero, en lugar de darse por vencido, mi padre insistió que debíamos seguir buscándola hasta encontrarla. Y, así fue. Emprendimos una colosal búsqueda por todos los renta vídeos que conocíamos, pero ninguno tenía la película en sus inventarios. Nos aventuramos a salir de nuestra zona habitual de renta vídeos hacia otras más alejadas, todo con el firme propósito de encontrarla, pero nada. Un poco cansados y con pocas esperanzas decidimos visitar el último renta vídeos. Si no la encontrábamos allí, desecharíamos la idea por completo. Para nuestra sorpresa, en ese renta vídeo, que ya estaba por cerrar, se encontraba una copia de la película. La alquilamos de inmediato. Eran casi las seis de la tarde de ese día.
¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán!
¿Quién sabe de dónde viene? ¿Quién lo sabe? ¿Ni idea? Es un poema de Walt Whitman sobre el Sr. Abraham Lincoln. En esta clase pueden llamarme Sr. Keating, o, si se atreven, ¡Oh Capitán, mi Capitán!
Por favor, anotenme la cita. Es mía. No es una frase tan espectacular, como la que Matilde Elena López, escritora salvadoreña, repite constantemente: "La vida es más grande que el destino". Pero, después de mucho meditar, he llegado a esa conclusión.
Se lo dije uno de estos días a mis amigos. Claro, como es costumbre, ambos intentaron convencerme de algo muy diferente, llevándome la contraria con todo tipo de argumentos. Pero, no lo lograron.
Traigo esto a cuentas porque, justo ahora que he resuelto publicar este post, es precisamente la memoria la que se me ha quedado corta en muchas cosas, demasiado corta.
Siempre hay un culpable.
En un post anterior mencioné que mi madre nos compró, a mi hermano y a mí, nuestro primer y único reproductor de vídeo, un VHS. Es aquí donde la memoria comienza a generar confusión. No tengo un registro claro en mi mente del año exacto en que lo llevó a casa, pero, cruzando fechas y acontecimientos, debió ser entre 1990 y 1991.
Al finalizar el año escolar, y debido a un acuerdo familiar, íbamos a pasar las vacaciones en casa de mi padre. Entre las cosas que llevábamos al veraneo estaba incluído el VHS.
Es precisamente en casa de mi padre donde inició la costumbre —a veces creo que exagerada— de desvelarnos viendo películas y amanecer en ese afán. En esos días, había renta vídeos por todos lados. Era un buen negocio. El poder adquisitivo del ciudadano común y corriente de El Salvador y la tecnología, no le permitían comprar películas originales sin desajustar considerablemente su presupuesto. Los piratas aún no salían a las calles —pero habían—. Entonces, uno se iba a rentar películas.
Mi padre es el culpable que desarrolláramos ese habito de forma increíble. Solíamos desvelarnos viendo todo tipo de películas. Es por causa de mi padre que en mi adn están incluídas la mayoría de películas de Bruce Lee. Es el culpable que yo, con apenas 12 años, quedara sin aliento al ver a Sharon Stone cruzar sus piernas en la tan famosa escena de Bajos Instintos. Es el culpable que buscáramos sin descanso, títulos como "Se presume inocente", "Amor al primer mordisco", "El Juego de la Muerte" y "La Sociedad de los Poetas Muertos".
Precisamente, la búsqueda de esta última película, las intenciones que mi padre tenía al recomendárnosla y las consecuencias derivadas de haberla visto, es lo que me ha movido a escribir este post, el primer post del año.
Una larga búsqueda.
Es curioso, mi padre debió haber visto esa película entre 1989 (año de su estreno mundial) y 1990 (probable estreno aquí). O sea, mi padre tenía más o menos la misma edad que tengo ahora cuando vio la película por primera vez. Casi los 30 años.
Recuerdo que hacíamos una lista de las películas a rentar. En muchos casos, mi padre nos había dado un relato previo de alguna película que él proponía (¿herencia genética?) para que nosotros decidiésemos verla o no. Como siempre, rentábamos al menos una de sus recomendaciones.
Esa película, sin embargo, no recuerdo que nos la relatara. Recuerdo que dijo que debíamos buscar una película muy buena que se llamaba La Sociedad de los Poetas Muertos, porque nos iba a gustar mucho. Nada más eso.
Salimos en su búsqueda muy temprano, revisando todos los renta vídeos a los que solíamos ir. Pronto nos dimos cuenta que esa película era notoriamente poco conocida o, probablemente, poco demandada. Ni siquiera en BlockBuster, que era el renta vídeo más completo del país, encontramos una copia. Pero, en lugar de darse por vencido, mi padre insistió que debíamos seguir buscándola hasta encontrarla. Y, así fue. Emprendimos una colosal búsqueda por todos los renta vídeos que conocíamos, pero ninguno tenía la película en sus inventarios. Nos aventuramos a salir de nuestra zona habitual de renta vídeos hacia otras más alejadas, todo con el firme propósito de encontrarla, pero nada. Un poco cansados y con pocas esperanzas decidimos visitar el último renta vídeos. Si no la encontrábamos allí, desecharíamos la idea por completo. Para nuestra sorpresa, en ese renta vídeo, que ya estaba por cerrar, se encontraba una copia de la película. La alquilamos de inmediato. Eran casi las seis de la tarde de ese día.
¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán!
¿Quién sabe de dónde viene? ¿Quién lo sabe? ¿Ni idea? Es un poema de Walt Whitman sobre el Sr. Abraham Lincoln. En esta clase pueden llamarme Sr. Keating, o, si se atreven, ¡Oh Capitán, mi Capitán!
Robbin William, interpretando al Profesor Keating en la película.
Mantengo una copia de esa película en mi colección desde hace mucho tiempo. La he visto infinidad de veces sin llegar a cansarme. He recurrido a ella, casi por instinto, en el inicio de año. Esta vez, sin embargo, he sacado algunas conclusiones que antes pasaron desapercibidas.
Un breve resumen me ayudará a ilustrar la idea:
Todd Andersen (Ethan Hawke) es un chico tímido que ingresa en la escuela de Welton, un internado con gran tradición y prestigio, donde su hermano había sido toda una leyenda de popularidad y ejemplo. Su compañero de habitación, Neil Perry (Robert Sean Leonard), aparece como un chico popular y querido por todos, con lo que crece el sentimiento de inferioridad de Todd, aunque Neil le ayuda en todo momento a ser aceptado por todos.
El señor Keating (Robin Williams), es el nuevo profesor de lengua inglesa. Había sido un antiguo alumno de Welton y tiene un visión diferente del mundo y la educación. Cree que las cosas se pueden ver desde otras perspectivas (grande la imagen de él sobre la mesa) y en el talento de cada uno de sus alumnos. De hecho, les sirve como inspiración. Los alumnos descubren, a través de un anuario, la pequeña sociedad que él y otros alumnos habían fundado en el pasado: La Sociedad de los Poetas Muertos. Neil, Todd y sus fieles amigos, deciden re-fundar la Sociedad.
Creo que mi padre tenía muy claro lo que quería lograr al exponernos a esa película. Neil y Todd, los personajes centrales del film, tienen muchas semejanzas de lo que eramos mi hermano y yo en esos años. En la película, ambos comparten la misma habitación, como teníamos que hacerlo nosotros. Físicamente, hay similitudes. Uno es rubio, el otro moreno. Todd es muy parecido físicamente a mi hermano. Neil y yo sólo nos parecemos en el color de pelo. Sin embargo, en ese momento de nuestras vidas, las personalidades de ambos era muy parecidas a las que Todd y Neil desarrollan en la película. Mi hermano, como Todd, siempre fue muy callado y reservado. Yo, como Neil, era el que hablaba por los dos, siempre andaba (como dice mi madre) arrastrando a mi hermano a mis ocurrencias y aventuras. Uno introvertido, el otro extrovertido. Nuestro padre, supongo, no pudo evitar compararnos.
El Sr. Keating se parece mucho a mi padre, aunque no en el aspecto físico, pero si en su forma de persuadir e inspirar a otros. En este caso, esos otros eramos nosotros. De alguna manera, mi padre sabía que esa película nos infectaría. ¡Y vaya que si lo hizo!
Puedo decir, por mi experiencia, que esa película fue un detonante. A través de ella descubrí muchas cosas que ahora son parte de mi vida e historia (poesía, teatro, amistad, cine), y, no lo dudo, mi padre debió haber planeado que algo así sucediera.
Carpe Diem
Esta vez, no voy a hacer valoraciones cinematográficas de la película. Lo dejaré para otro post. No obstante, debo destacar su magnifico guión, su esplendida fotografía y la magistral dirección de actores de Peter Weir. Esta es sin duda una película inspiradora, una obra de arte. Sin embargo, lo que más impacta de ella es su mensaje.
Carpe diem quam minimum credula postero
Aprovecha el día, no confíes en mañana
Aprovecha el día, no confíes en mañana
Es en esa expresión que radica el mensaje de la película. La traducción literal de Carpe Diem sería "cosecha el día".
"Aprovecha el día, no lo malgastes", es el mensaje que el Sr. Keating quiere insertar en las mentes de sus alumnos. La frase fue acuñada hace siglos por un poeta romano llamado Horacio, pero aún es válida en nuestros tiempos.
El día de hoy no se volverá a repetir. Vive intensamente cada instante. Para que un día no lamentes haber malgastado egoístamente tu capacidad de amar y dar vida... Un mensaje con doble sentido… Aprovechar al máximo tu vida también te puede llevar a arruinarla.
Toda la película, y eso se lo debemos en gran parte al guión que la acompaña, está llena de pequeñas perlas en el diálogo imposibles de pasar desapercibidas:
Pero, si escuchan con atención, pueden oír el consejo que les dan. Vamos, acérquense. Escuchen. ¿Los oyen? Carpe... Carpe... Carpe Diem... Aprovechen el día, muchachos. Hagan que sus vidas sean extraordinarias.
El Sr. Keating (Robin Williams) les susurra a sus alumnos esas palabras mientras ellos ven las fotografías de las antiguas promociones de Welton.
No leemos o escribimos poesía porque es tierna. Leemos o escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana y la raza humana esta llena de pasión.
... que el juego poderosos continúa y ustedes pueden contribuir con un verso. ¿Cuál será su verso?.
Me fui a los bosques porque quería vivir sin prisa. Quería vivir intensamente y sorberle todo su jugo a la vida. Abandonar todo lo que no era vida, para no descubrir, en el momento de mi muerte, que no había vivido.
Debo admitirlo: fui víctima de esas palabras.
Sin duda, la escena final de la película es uno de los mejores finales de todos los tiempos. Un momento cinematografico único. Uno de mis favoritos por su simbolismo. Una escena emotiva y superior en todo sentido. Aún ahora, después de tanto tiempo, me sigue impactando ver a esos muchachos subido en sus pupitres diciendo: ¡Oh Capitán! ¡Mi Capitán!
Debimos haber visto esa película entre 1991 y 1992, justo cuando tenía 12 años. No estoy muy seguro de las fechas. La memoria no me ayuda. Sé, por algunos hechos, que debío ser en ese intervalo. No antes, ni después. Lo que sí es seguro es que después de verla, no volví a pensar igual.
No sé si mi padre tenía en mente cosas futuras. No creo que estubiera 100% seguro de hasta dónde podrían llegar esos dos adolescentes que estaban sentados frente al televisor, desvelados, leyéndo los subtitulos de la película. Quizás sólo quería vernos reaccionar, asegurarse de sus sospechas. El aún era un padre jóven descubriendo a sus hijos. Sin embargo, hay algo de lo que estoy completamente seguro: como el Sr. Keating en la película, mi padre quería abrir nuestras mentes a un mensaje, un mesaje profundo y poderoso:
Le llamé por teléfono: "¡Oh Capitán! ¡Mi Capitán!". El sonrío. "¿Te acuerdas de eso?", pregunté. "Por supuesto que lo recuerdo", contestó.
La vida es grande... la memoria es corta. Hay que saber valorar los pequeños momentos, antes que nos olvidemos de ellos. En el primer post del año quiero iniciar con ese mensaje: Carpe Diem.
El Sr. Keating (Robin Williams) enseñado a sus alumnos sobre poesía.
Me fui a los bosques porque quería vivir sin prisa. Quería vivir intensamente y sorberle todo su jugo a la vida. Abandonar todo lo que no era vida, para no descubrir, en el momento de mi muerte, que no había vivido.
Neil Perry (Robert Sean Leonard) da por inaugurada la primera sesión de La Sociedad de los Poetas Muertos con estas palabras de Henry David Thoreau.
Debo admitirlo: fui víctima de esas palabras.
La historia es totalmente excelsa en todo momento. Cada escena tiene un peso significativo en la película y resaltan el valor del mensaje.
Sin duda, la escena final de la película es uno de los mejores finales de todos los tiempos. Un momento cinematografico único. Uno de mis favoritos por su simbolismo. Una escena emotiva y superior en todo sentido. Aún ahora, después de tanto tiempo, me sigue impactando ver a esos muchachos subido en sus pupitres diciendo: ¡Oh Capitán! ¡Mi Capitán!
Debimos haber visto esa película entre 1991 y 1992, justo cuando tenía 12 años. No estoy muy seguro de las fechas. La memoria no me ayuda. Sé, por algunos hechos, que debío ser en ese intervalo. No antes, ni después. Lo que sí es seguro es que después de verla, no volví a pensar igual.
No sé si mi padre tenía en mente cosas futuras. No creo que estubiera 100% seguro de hasta dónde podrían llegar esos dos adolescentes que estaban sentados frente al televisor, desvelados, leyéndo los subtitulos de la película. Quizás sólo quería vernos reaccionar, asegurarse de sus sospechas. El aún era un padre jóven descubriendo a sus hijos. Sin embargo, hay algo de lo que estoy completamente seguro: como el Sr. Keating en la película, mi padre quería abrir nuestras mentes a un mensaje, un mesaje profundo y poderoso:
Carpe, carpe diem, seize the day boys, make your lives extraordinary
Carpe, carpe diem, aprovechen el día muchachos, hagan sus vidas extraordinarias.
Carpe, carpe diem, aprovechen el día muchachos, hagan sus vidas extraordinarias.
Le llamé por teléfono: "¡Oh Capitán! ¡Mi Capitán!". El sonrío. "¿Te acuerdas de eso?", pregunté. "Por supuesto que lo recuerdo", contestó.
La vida es grande... la memoria es corta. Hay que saber valorar los pequeños momentos, antes que nos olvidemos de ellos. En el primer post del año quiero iniciar con ese mensaje: Carpe Diem.
*Dedicado a mi padre, y a mi hermano.
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