Inventario quelonio, o mi problema con las tortugas

Una vez soñe con muchas tortugas.
Ahora tengo once.

Sí, once tortugas. Ocho adoptadas y tres nacidas en mi casa. Nueve viven en este espacio:

Las otras dos viven aparte, pues son de una clase diferente.

Dos tortugas de orejas rojas semiacuáticas. Macho y hembra. Ambas adoptadas este año.

Estas tienen un comportamiento diferente a las otras y viven en el patio cerca de una bandeja de agua exclusiva para ellas. 

Entre las nueve apartadas, vive Cajita de Bebé, una tortuga adoptada este año que pertenece a la clase de tortugas de caja.

Por cierto, la más tímida de todas y la única que no tiene pareja de su clase.

Luego, las otras ocho, todas de la misma clase.

Del grupo, solo tres han nacido en casa.

Y por allí viene el problema. No es que ellas representen un problema en sí. Las tortugas son criaturas maravillosas. Nunca pensé en volverme un fan de los quelonios y menos hacerme cargo de tantos. El caso es que pensaba que tenía más o menos ubicado dónde enterraban su huevos. Son muchos los huevos que han puesto, pero solo tres han nacido. Todos los ponían más o menos en el mismo lugar, pero, uno de estos días mientras removía la tierra de un sector del jardín para abonarla, rompí un huevo que habían enterrado donde nunca imaginé.

Son dos hembras identificables. Las más grandes.

No sé exactamente cuántos machos hay. De momento, solo hay uno identificado. En la sección de jardín que se ve detrás de mi hija era muy raro que las tortugas se mantuvieran. Y fue en esa zona donde accidentalmente rompí el huevo. Por eso improvise ese rincón para ellas. 

Ahora debo esperar casi un año antes de ponerme a remover tierra. 

Así terminé 2013 e inicié 2014. 

Por cierto, en casa hay dos pericos australianos, cinco gatos y un perro, pero ese es otro inventario, otro post.

Paz.