Sábado* en la noche.
No fui solo a la tarea. Tres más me acompañaban. En el colectivo se contaba una niña de nueve años que simuló tener once para poder ingresar a la sala. Aún así, a la mentira le faltaba un año, pero funcionó. Pasamos a la sala oscura a esperar el momento de ponernos los lentes 3D y vivir la experiencia. Ninguno de nosotros jamás ha ido al espacio, ni a un planetario. De los cuatro, soy el único que distingue constelaciones en el cielo y, de ser necesario, podría guiarme por ellas. De los cuatro, era el único que olvido ir a orinar antes de iniciar la función. Cuando el logo de Warner Bros. apareció en la pantalla y la luz pasó de débil a nula en la sala, supe que era demasiado tarde.... Gravity se presentó a mi y me invitó al espacio con un plano secuencia a nivel de ilusionista. Estuve a segundos de aplaudir... en broma. Luego, como todos los que estaban allí, inundados de espacio, me dedique a esperar y contemplar.
Si algo se agradece del corte final de la película es que pierdes la noción del tiempo. El sube y baja de emociones producidas por el montaje está calculado para que las quejas pasen del metraje y, si las hay, aparezcan después y no durante la proyección. Durante noventa minutos no estás, aquí; estás allí, presente en la historia, como un testigo que flota ante la tierra. Y la vista es hermosa.
Luego, aterrizas. Desfilan los créditos en la pantalla. Las luces se encienden. Buscas la salida. Entregas los lentes y te enteras que has viajado sin moverte de tu asiento. Lo sabes por esa sensación que queda de haber vuelto de una ausencia.
Al colectivo le gustó la película. Ignoro si quisieron aplaudir en broma o en serio, pero es evidente que nadie se aburrió. La niña, a quien no le gusta leer subtítulos, parece emocionada, en todos los niveles posibles. Su doble aventura (sumar años, salir al espacio) merece anotarse en la bitácora. Es posible repetir el viaje, pero la primera vez no se olvida.
Ni Kubrick ni Tarkovsky.
Lo pensé, inevitablemente. Ni casi precisa, ni obra maestra. Un cuento corto filmado con genialidad y tecnología. El ingenio del director es evidente. Sin caer en el abuso, abusa, pero justifica en la intención final el uso de recursos post-rodaje. Y la primera secuencia lo evidencia.
Un plano secuencia artificial que no ofende. Una toma en tiempo real que es irreal, pero no molesta. Hay intención cinematográfica en ella. Hay lenguaje, semántica visual. Y el contexto lo permite: espacio, ausencia de gravedad, vacío, cuerpos flotando... además, el director firma así su obra, desde Los niños del hombre.
Alumno, mas no discípulo. Cuarón pide espacio propio con su cámara, pero en la puesta en escena roza levemente ideas ajenas. O, como para defenderlo un poco, le es imposible evitarlas.
Si Gravity busca espacio entre Una odisea... y Solaris, debe considerar sus influencias. Su heroina, Ryan Stone me recuerda mucho a Ellen Ripley de Aliens. Sí, con s. Y si contamos que Ripley también perdió a su hija, aunque borraron la escena, la calificación baja.
Fondo y forma. Por algo James Cameron afirma que Gravity es la mejor película del espacio jamás filmada. Hay guiños que delatan. Sin embargo, Cuarón, a diferencia de Camerón, va un pasito más allá de la precisión técnica para soltar pinceladas de expresión cinematograficas.
La cámara nos coloca afuera de la acción, pero también dentro de ella, al extremo de meternos en el traje en una toma imposible de lograr sin tecnología. Nos aleja, para presentir el vacío, y nos acerca, para entender la angustia. Algo que sin la banda sonora sería solo un ir y venir de movimientos de cámara. La música suena donde debe y, lo mejor, calla a tiempo. Así, el gesto dramático de Sandra se acentúa.
Si Sandra convence es porque está sola. En el reparto sobra Clooney, aunque su personaje se hace necesario como antitésis, pero su no-actuación hace ligero el drama. Ante nosotros debe desarrollarse un monólogo, una reflexión, una catarsis, un autorescate... pero Cuarón, hoy, como antes, evita profundizar, quizá para seguir gustando.
El guión no da permisos tampoco.
De trama corta, el guión no tiene mucho de donde sostenerse, tal como su protagonista. Con más se hubiera estorbado. Sin embargo, su debilidad está en los diálogos. Ya El planeta de los simios demostró que un par de palabras bien colocadas en un monólogo pueden ser el algo más en el cine, sin llegar a dormir la audiencia.
Callar es válido en el cine, pero solo en el diálogo. Las imágenes siempre deben hablar. Y allí gana Gravity, en lo visual. Ya alguno hasta pensó que se filmó realmente en el espacio, aunque a mi me pareció una broma digna de Borat. Y no se debe pensar más allá, para no invalidarla totalmente. Es pura ficción. Ni Apollo 13, basada en hechos reales, se salva de eso.
Gravity, pues, sobresale en 2013. Huele a Oscar. No obra maestra, pero cum laude.
Quizá con otros actores...
Por cierto, no me oriné en mi pantalón. Resistí. Y nadie del colectivo abandonó la sala a media película.
Paz.
* 26-10-2013
2 comentarios:
a que sabías quien iba a comentar acá? ja...
me alegro que te haya gustado a pesar de leer tooodas las críticas favorables de antemano... ya sabés además que pensamos casi lo mismo...
lo único distinto es que tu crítica es mucha mejor que la mía... te odio....
abrazo con gravedad...
muy buena imagen la de cabecera! salu2...
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