Sucedió hace un año, dice. En un pasillo del supermercado, cuando hacían compras, su hija le mostró algo que le gustaba. Era un juguete, un carruaje de cuento de hadas con su princesa, caballo, adornos, etc... "Lo quiero", dijo la niña, "Comprámelo". Luego de ver su precio y calcular fechas, le dijo que se lo compraría, pero no ese día. "Se van a acabar", dijo la nena. "No creo. Hay muchos y es bastante caro para que se vendan por montones". La niña sonrió esperanzada.
"Era su regalo de navidad", dice.
Consideró la fecha: primera semana de diciembre. Si todo iba como en años anteriores, los precios de juguetes se pondrían más baratos en todos lados y podría comprar el carruaje a mejor precio.
No es que sea avaro, menos con su hija. Sin embargo, trata de fomentarle un espíritu distinto acerca del valor de las cosas y su situación privilegiada respecto a otros niños. Es hija única y no quiere estropearla consintiéndola al extremo en todo, haciéndole creer que el mundo le pertenece, dice.
Cosa de papás.
La campana sonó: juguetes rebajados en todos lugares. Algunos hasta a mitad de precio. Entonces, según el plan, salió a buscar el juguete... pero, ya no había donde lo vio primero... "¿No hay en bodega?", preguntó. "No. Fueron los primeros que se acabaron, como eran caros y bonitos, la gente aprovecho...", le dijo una dependiente.
"Me fui a buscarlo a otro supermercado de la misma cadena, pero no había tampoco"....
Lo días previos a la Noche Buena se convirtieron en un misión a cumplir. Sí, compró otros juguetes, pero había un punto de honor en conseguir ese. "No quería defraudarla", dice.
Cada día que pasaba la misión parecía más imposible. "Busqué por todos lados", dice, "hasta en otros establecimientos, en otras juguetería, pero nadie tenía esos carruajes".
Salía de su trabajo y se iba a hablar con los gerentes de los establecimientos. La gente que se enteraba de su misión le daba pistas de que estaba en tal lado, que lo habían visto en tal juguetería, que en las calles si lo podía encontrar... pero nada.
Una compañera le dio una luz. Un pariente de ésta es jefe de bodegas en la cadena de supermercados donde vio por primera vez el juguete y le prometió ayudarle con su misión. Después de un par de días le avisaron que no había, pero venía un pedido... en ¡enero!
"Casi lloro", dice.
Mientras me relata la historia no puedo evitar comparar su situación como la que vive Howard Langston (Schwarzenegger) en la película El Regalo Prometido, donde éste busca un "Turbo Man" por todos lados porque, como éste caso, era un deseo de su hijo.
Había recorrido casi todos los sitios de la ciudad sin encontrar el juguete. Hasta había hecho un viaje de 66 km a otra ciudad (Santa Ana) ha buscarlo. Horas y horas de búsqueda, y nada. Su misión estaba a punto de fracasar.
"...Siempre le compro tres regalos. Me faltaba ese, el más importante, y hubiera dado todo lo que tenía por encontrarlo. Ya no era cuestión de satisfacer su deseo sino de no defraudarla. Hasta era algo personal, algo que tiene que ver con mi orgullo personal...".
Un día antes de Noche Buena, ese ser atormentado decidió comprar unas tarjetas para regalar a algunos conocidos. Mientras caminaba por los pasillos (casi todos inundados de juguetes) notó que una niña llevaba en sus manos una carruaje de princesa... pero no era el mismo que buscaba. Se acercó a verlo y notó que se parecía mucho al que su hija deseaba, pero era más pequeño, más sencillo y, sobre todo, no era el mismo. El precio era risible. Cinco dólares no se comparaban a la cantidad que estaba dispuesto a pagar por ver una sonrisa en su hija y esa luz que se ilumina en los ojos de los niños cuando se les da algo que ellos desean. Dice que no sabe cómo, ni por qué, pero una dependiente que quizás lo había visto preguntando se acercó y le dijo "no es el que usted busca, pero llévelo, a su hija le va a gustar...". Dice que sonrió sin ganas, que intentó disimular su decepción, que sin saber por qué tomó el juguete, lo pagó y se lo llevó.
"...Me quedaba poco tiempo. La última opción estaba a 100 km (San Miguel) de la ciudad. No iba a lograrlo con tanto que hacer y preparar. Así que lo llevé y asumí mi derrota y fracaso. Si mi hija hacia un mal gesto o una mala cara, pues, lo tenía bien merecido. Le iba arruinar su navidad...".
No dijo nada, dice. Llevó de noche el paquete y lo puso junto al árbol. La noche buena llegó y la hora de abrir los regalos también. Antes que su hija lo abriera le dijo "espero te guste el regalo, hija. No encontré lo que querías, pero encontré algo parecido, aunque sencillo". Dice que la niña no dijo nada, corrió a abrir los regalos... ¡Una guitarra! ¡Una muñeca!... al abrir el último regalo que él había comprado, nuestro amigo cerro los ojos, y espero.... ¡Que bonito, papá!, grito la nena. ¿Bonito? ¿Te gusta?... ¡Sí, papi! ¡Es el carruaje más bonito que me han regalado! ¡Como yo lo quería! ¡Gracias!
[pausa para lágrimas]
"Aprendí algo, David", me dice. "Aprendí que los regalos más grandes que se dan no tienen precio. Y mi hija, ese día, me dio uno de esos con su sonrisa y gratitud".
Lo escuchó y me gana la emoción. Sí, yo aproveché la pausa anterior. Al tipo lo conozco bien. Demasiado para sospechar que miente. Quizá exagera algún detalle... quizá... las historias después de un tiempo se vuelven borrosas y por eso decidí colgar esta aquí.
Eso es Navidad.
A veces me confundo, tiendo a pensar que soy el de la historia... no sé...
Paz a todos.
1 comentario:
me sorprende lo bien que estas escribiendo... relatos personales, con sentimiento, te felicito...
no es qu escribieras mal antes jaja, sino que lo hacías como yo, mas sobre gustos y arte.... o hacia mucho q no escribias y me tenias desacostumbrado...
en fin, me gusta.... eso q decis nos paso creo a todos los q somos padres en algun momento... ya hora mismo estoy sin saber q regalar, ya con una hija de 12 je...
y felices fiestas!!
Publicar un comentario