Estoy a una película de hacerme seguidor del cine de Darren Aronofsky. Su última película, Black Swan, me parece demasiado buena para esta época infectada de películas en 3D y otras tecnologías. Esta debió mostarse al mundo antes, en otros tiempos, cuando se valoraba el cine como arte.
Confieso que siempre es un placer ver a Natalie Portman, aunque sea en un recorte de periódico. Ver a Natalie besando a Mila Kunis es más placentero, por supuesto. Verla en una gran actuación besando a Mila Kunis en mucho más placentero. Y, claro, verla en una gran actuación, besando a Mila Kunis, en una gran película sobrepasa el límite del placer, y eso precismente ha sido Black Swan: un placer.
En pocas palabras, Black Swan es la historia de Nina (Portman), una baletista clásica que aspira, junto a otras baletistas, a ser elegida como estelar para la representación del famoso ballet de Tchaikovsky, El lago de los cisnes. Su talento y disciplina le ayudan a conseguir el reconocimiento del director y el protagónico, sin embargo, a medida que se acerca el día de su presentación, la presión y la virtual amenaza de ser reemplazada por una compañera, le harán cruzar límites que su dedicación al ballet no le permitían antes, como el alcohol, la sexualidad y la maldad.
Una bella película, con un reparto muy atinado, un guión adecuado y una dirección de la que no se esperaba menos.
Darren es sutilmente pretencioso y radical en su forma de hacer cine. Eso lo ha convertido en un incomprendido por un público acostumbrado al producto de una industria cada vez más interesada en las ganancias y menos en lo cinematográfico. Incomprendido, además, por esa crítica elitista que piensa que el cine es lo que ellos piensan que debe ser.
Esta vez, Darren hace lo políticamente correcto para insistir con su idea de cine: elige a una actriz con talento y de bajo perfil para evitar que su obra sea desvalorada por la reputación de su protagonista (como paso con Mickey Rourke en The Wrestler), elige un tema muy culto (no de culto) y aceptable que sirva de medio para hacer su cine (el ballet clásico); usa la gran manzana como escenario (¿quién no ama New York?) y deja que el estudio se satisfaga promocionando su película con el morbo de alguna escena fogosa entre Natalie y Mila.
A pesar de eso, Darren, muy ingeniosamente, desarrolla su idea, su única idea radical de hacer cine, sin que nadie pueda desvalorar su trabajo a la ligera, como hicieron injustamente los que poco saben con The Wrestler, una película que, para mi gusto, está por encima de Black Swan.
Nuevamente, para malestar de los sindicatos, Darren filma con cámara en mano. Nuevamente, para malestar de sus colegas, Darren hace su cine artístico sin generar quejas. Nuevamente, planos secuencia por aquí, primeros planos por allá, cámara presiguiendo al protagonista como en un documental, un montaje con malicia, muy intencional y, claro, nuevamente, un par de esas escenas en las que demuestra que la cámara es omnipresente, con todo y espejos incluídos (sospecho truco digital en eso). Omnipresente, sí, como debe ser siempre.
Black Swan es demasiado buena para estos tiempos. La dirección que Darren realiza es tan buena que hasta asusta. A ningún director le gusta que alguien salga por allí dando lecciones de cómo hacer un cine de autor sin que parezca que es tal cosa y sobre todo que resulte bien aceptada con una pizca de todo. Creo que por ello decir que Darren ganará el Oscar este año es un poco atrevido, aunque este lo merezca. Ya Orson Wells sufrió un voto en contra por demostrarle a los grandes en su momento cómo hacer las cosas fenomenalmente.
Lo que si se puede decir en voz alta es que Darren ya demostró ser un director de actores como no hay otro en estos momentos. Desde Requiem por un sueño hasta Black Swan, ha demostrado que si algo sabe hacer es sacar el máximo rendimiento de un actor. Por ello a mi nunca me pareció desacertada la elección de Mickey Rouke para The Wrestler, pero eso es un tema que no cabe en este post.
A Natalie la ha subido al palco de las actrices de método, donde sólo la disciplina y el talento permiten el acceso a ese lugar. Su actuación, sin discusión, es la mejor de su carrera, y a eso hay que ponerle nota, la más alta que existe. Su actuación huele a Oscar. Si hay alguien que cataliza la idea de Darren para esta película es ella, quien sabe reflejar el conflicto emocional que hay en la protagonista de la película y, dentro de ella, la protagonista de la obra a representar. Perfecta.
El lago de los cisnes, como trasfondo escénico, es además del pretexto, la materia elemental del desarrollo de la película: la lucha constante entre la pureza y timidez del cisne blanco y el atrevimiento y malicia del cisne negro.
Un drama con sabor a Thriller, eso es Black Swan, una película que podría considerarse, con The Wrestler, una secuela temática de la forma de hacer y hacer ver el cine de Darren. Para mi, lo mejor que vi en el 2010, de lo nuevo del cine por supuesto.
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