mayo 17, 2010

Una ducha fría



Una de esas noches en las que este servidor no alcanza el nivel de sueño deseado, cuando ni leer un libro ni mi repetida insistencia de investigar temas escatológicos me ayudan a dormir, decidí acudir al televisor como distracción mientras Morfeo o mi té de manzanilla me incitaban al sueño.

Allí estaba yo, y mi dedo pulgar, pasando los canales compulsivamente, buscando algo entretenido en la programación cuando, de pronto, la escena de una película robo atención: un ménage à trois realizado por unos adolescentes en el piso de un gimnasio.

Minutos después, o sea, escena siguiente, donde ya no hay solo gemidos sino diálogo, descubro que la película es francesa y bueno, decido suspender e investigar el título en la programación, para incluirla en la lista de descargas semanales y mejor verla completa.

Y así fue. Douches Froides, o Duchas Frías, en castellano, resulto más difícil de encontrar de lo que pensé, sin embargo, una vez en mis manos y frente a mis ojos, resulto una película bastante correcta e interesante, suficiente para considerarla como coleccionable y recomendable.


Duchas Frías relata un episodio de tensión emocional en la vida de un joven judoteca, Mickael, a quien ciertas circunstancias que lo rodean lo hacen lanzarce al precipicio de las decisiones y así aprender que en el fondo de éste siempre existen consecuencias, algunas muy dolorosas. Podría decir más, pero es mejor que la película se descubra poco a poco, sin preámbulos.

En términos estrictamente cinematográficos, considero que Johan Libéreau, el protagonista, con su interpretación emocional, casi visceral, es quién lográ mantener el pulso en la película, donde el director, por momentos, sofoca con la insistencia en los planos cortos, y donde el guión casi casi peca de teledrama. Luego, Salomé Stevenin, sin tener una actuación sobresaliente, logra representa bien ese objeto de deseo en su primer escena, marcandose como el detonante de caos final.


Un película sencilla, sin pretenciones artísticas que bien podría pasar desapercibida por lo ambiguo de su título pero que, gracias a su cartel, que despierta cierto morbo al espectador, a las buenas criticas y a su buen tratamiento, puede ser rescatada del montón y colocarse entre esas películas que uno debe ver antes de morir. Una película que puede resolver ciertas preguntas o exponer muchas otras sin respuestas sobre el mecanismo de la sexualidad. Una película que bien podría desatorar algún post confuso de este blog.

A mi gusto, un película correcta.

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