febrero 08, 2017

La La Land, bella pero...

... qué desperdicio de tan bella noche. (La La Land, 2016)



La La Land es bella, como ver un atardecer en la playa o un amanecer visto desde una cima. Todo con música de fondo. Bellas melodías, y, a veces, un poco de jazz. Bella como una postal, una hermosa fotografía que nos hace imaginar cómo sería estar allí, dentro de ella, o mejor, en el lugar que nos muestra. Su historia puede ser nuestra historia, la de todos. Un sueño, o dos, o miles de sueños convergiendo en una oda al amor, al arte y a la vida misma. 

Hay en La La Land cierto espectáculo que no deja indiferente al espectador, y, como el cine provoca una percepción sensorial en el individuo, éste reacciona condicionado al momento exacto en que es expuesto a la película. Así, La La Land puede enamorarnos o marearnos, inspirarnos o decepcionarnos, conmovernos o aturdirnos...

Está pensada, y filmada, de tal forma que negar su belleza parezca necedad, sin embargo, las percepciones sensoriales no siempre son confiables. Si algo es bello no necesariamente implica que sea bueno, ni que sea bueno implica que sea excelente, menos perfecto. La La Land es eso.

La La Land, descrita brevemente, es la historia de dos soñadores: Mía y Sebastian. Ella, aspirante a actriz; él, pianista de jazz. Ambos, por separado, luchan a diario por alcanzar su sueño. Tras un par de encuentros fugaces, terminan envueltos en un idilio, cuyo destino está sentenciado justamente por los sueños de ambos.

A la película a penas le alcanza para obra de arte, mas no para obra maestra. Es un musical, pues se presenta como tal, más como homenaje al género que como vía o esencia propia. Es más, su pero más grande (pues hay varios) es que, al usar el género como excusa, tropieza en desarrollar su historia y no hay profundidad.

Los musicales, los clásicos, los buenos, las obras maestras del género, sobresalen justamente porque la musicalización de los diálogos, las canciones o los bailes, no fueron simplemente actos de coreografía y talento bien filmados, sino que desarrollaban y potenciaban la historia, dandole matices e incluso definiendo, a veces en una sola escena (canción, baile) la caracterización de sus protagonistas.  En La La Land, tenemos dos actores que hicieron bien su tareas previas, o sea sus ensayos, y que además de carisma, saben actuar.

Mía

Si Emma Stone no era la primera opción para la película, su participación sería lo más afortunado que pudo pasarle a la producción. Por menos, obtuvieron más. Emma sí actua. Ella pesa en la película. No por sex-appeal o arrastre en taquilla, ni porque la suya sea una súper actuación, sino porque en algunos lienzos se pinta mejor que en otros. Emma, visualmente, ayuda mucho a la idea visual del film.

No es una gran bailarina, ni una buena cantante; pero tiene talento que se transmite en su interpretación. Hay seriedad en su propuesta, incluso en los momentos menos serios. Eso habla bien de su compromiso con su papel. Sus ojos ayudan mucho a transmitir intenciones, más cuando ciertos planos están acentuados con música. Y el vestuario, una de las únicas tres cosas perfectas del filme, pues, le queda perfecto.

El guión no le ayuda mucho a su actuación. La edición, menos; pero aquí hay mucha culpa del director, algo que abordaré adelante. Sin embargo, ella, con lo poco que le dan, brinda una buena actuación.

Sebastian

Me sorprendieron algunas tomas de Ryan Gosling al piano. Sus manos demuestran disciplina, ensayos. Cualquier músico debe notarlo. Es difícil encontrar trucos a primera vista en una escena, y cuando un director cumple la regla "muestra lo que vas a hacer y hazlo" su idea es dejarnos pensado "¿cómo lo hizo?". Así, se obtiene lo que se ve: Ryan ejecutando demasiado bien escalas de jazz en el piano.

Se nota un más allá en la preparación de su personaje. Tocar jazz no es cualquier cosa. Interpretarlo de una manera creíble era lo mínimo que podía hacer, pero que el mismo actor toque el piano en las tomas, pues, supera expectativas.

Ryan se ve lento en los bailes, quizá un poco a propósito. Sebastian es músico no bailarín profesional, pero quizá se juega al despiste en eso. Si él se ve lento, Emma luce con más gracia...

Poco dramatismo en su interpretación. Ryan se opaca. A veces su rostro inexpresivo dice más que muchos de sus gestos. El guión no da mucho oro a su personaje, y queda poco desarrollado. Algunos diálogos, sobre todo donde se habla de jazz, son demasiado forzados y su interpretación lo evidencia.

Si no hay truco es sus escenas de piano, Ryan merece aplauso por eso. Pero nada más.

Ni Fred Astaire, ni Ginger Rogers

Que los actores muestren poco talento al bailar puede ser a propósito. La La Land es una forma sarcástica, casi despectiva, de referirse a Hollywood. Hay un tono sarcástico que probablemente era más fuerte, pero quizá quienes financiaron la película terminaron moderándolo.

¿No es el epílogo algo bello pero innecesario? A mi me lo parece.

La química entre los Emma y Ryan resulta. Afortunadamente para ellos, no hay más personajes de peso, no por falta de talento sino porque el guión así lo dispuso. Eso sí, la frase más potente la dice un personaje secundario, y sin necesidad de forzarla ni buscar solemnidad.

Más primero planos en escenas puntuales hubieran ponderado las interpretaciones. Damien no parece director de actores. Depende mucho del talento de los mismos (paso en Whiplash). En ocasiones, la cámara busca más el encuadre perfecto y no la intención interpretativa perfecta. Dirigir miradas es básico, pero se puede sacar más de ese ejercicio con paciencia e instinto. De no ser porque los ojos de Emma son expresivos per se, muchas de sus tomas hubieran sido bastante planas.

Emma y Ryan, comparados a Fred y Ginger, quedan como aspirantes; pero pensando en los que pudieron ser los posibles protagonistas, salen mejor calificados en cuanto a química. Seguro hay más mérito de algún productor ejecutivo en eso que en las versiones relatadas.

Música y color
 
Aquí hay truco. La puesta en escena es correcta, por eso La La Land es bella. La fotografía, el vestuario, la decoración, la ambientación... casi impecable todo. Incluir los colores de las gelatinas para cámaras (rojo, verde, amarillo, azul) como parte de las paletas de color fue muy atinado. Color block por doquier. El contraste es exquisito en muchas escenas. Hay un tono de melancolía visual que combina muy bien con la música. En muchas escenas, se busca emular la hora mágica (fotografía) acentuando perfectamente la idea del film. Los musicales, en su forma clásica, nos muestran sueños y soñadores. Nos muestran magia. Y, en ocasiones, esa magia queda grabada en la mente mucho tiempo en forma de nostalgia.

La música, pues, acompaña lo visual, como describiendo cada estado de ánimo en la historia. Primero, la introducción, alegre, jocosa, colorida, espontánea... luego, la presentación de los personajes. Por un lado, Mía, del colorido nocturno a azul melancólico; luego, Sebastian, de la claridad anónima y silenciosa a noche intima, azul. Azul, azul, azul.

Si Orson Welles tuvo a Gregg Toland, Peter Bogdanovich a Robert Surtees, Terrence Malick a Nelson Almendros, Alejandro González Iñárritu a Emmanuel Lubebezki, pues, Damien Chazelle contó con el arte de Linus Sandgren como director de fotografía, y así, todo es más fácil. Cuando dejas trabajar a los que saben, se tiene resultados satisfactorios, éxitos garantizados.

El truco es ese. La La Land está preciosamente fotografiada. Por eso la dirección parece (repito, parece) perfecta. Con escenas tan bellamente filmadas, Justin Hurwitz, el compositor de la música, tenía el camino fácil. ¿Acaso no es inspirador un bello atardecer? ¿Acaso un amanecer no provoca emociones? ¿No es la hora mágica (fotografía) un momento idóneo para soñar?

La mezcla del color y la música en La La Land es perfecta, ¡Y en cinemascope!

Damien, el tibio.

Ni frío, ni caliente. Me queje al ver cómo la escena más dramática de la película queda jodida por mala edición, y culpó a Damien por ello. Aquí su dirección está lejos de lo que hizo en Whiplash. El colorido, el ruido, la música, etc. han confundido a todo mundo. Son otros los que han hecho quedar bien al director. Además, siendo el guionista, pudo resolver las cosas de otra forma.

Damien ha copiado y adaptado cosas. Las calcó. Están allí todas las referencias. Buscó un hilo argumental donde mezclarlo todo y lo hizo bien, pero solo repitió fórmulas. Luego, se rodeo de un buen grupo para echar adelante el proyecto, pero eso es más tarea de la producción, no de él. O sea, las coreografías, no son trabajo de él. Las escenografía, los vestuarios, la música, la fotografía, etc. son trabajo de terceros. Si el director tiene libertad creativa, puede influenciar mucho al equipo, pero el cine es un trabajo colectivo. ¡Ni Kubrick logró control total!

Damien dirige bien, con ingenio; pero en La La Land va cargado en otros.

Hay tecnología como complice también. La escena icono de la película fue dirigida con tecnología. Montaje de tomas con efectos especiales. No es pecado, pero se han han escrito algunas falacias al respecto. Damien filma bien, pero tibio. Algunas escenas perfectamente pudieron ser filmadas por la segunda unidad, o por cualquier director de videos musicales. Y no pasa nada. Así se hace siempre. El director se encarga de lo importante, precisamente el trabajo con los protagonistas principales, con los actores. Allí es donde está el oro. No todo es cosa del director. ¡Consulten a Truffaut (como director, no como crítico)!

En mi opinión, el guión quedo cortito en el desarrollo de los protagonistas, y a penas alcanzó a resolver la historia. Aunque a nadie le ha molestado el asunto. Al terminar de ver la película, pensé en Titanic de James Cameron. Vacía pero espectacular y bella....

Ese sarcasmo que inicia desde que aparece la leyenda cinemascope en pantalla hubiera quedado mejor si el tono de comedia hubiera subido un poco. Sarcasmo por doquier. En la primer secuencia, mostrando a los soñadores atorados en el tráfico de Los Angeles. Voy por mi sueño, pero primero debo salir de aquí. La presencia de J.K. Simmons como un gerente de restaurante que prefiere Villancicos al jazz es buenísima, pero solo si viste Whiplash. Las fiestas en Los Ángeles como busca de chance (léase chance en cualquier connotación). El ringtone interrumpiendo un momento musical. El comentario, en la misma escena, sobre la vista desde Mulholland Drive justo al atardecer, cuando se da la hora mágica, sobre que es un desperdicio... John Legend a la guitarra. La cinta quemada mientras se proyecta una vieja película. O la visita misma al observatorio (ver estrellas)... hay un moderado sarcasmo que, claramente, en la industria lo han pillado a bien. ¡Hasta lo celebran!

La frase de Argo "un mono puede aprender ser director en un día" es sarcasmo puro. Una sola frase. ¡Pum! Damien tuvo material a la mano para sacar más de ese sarcasmo en su guión y se quedó en lo superficial, en lo simpático.

Para mi, Damien quedó tibio.

La La Land no es ni de cerca un gran musical cinematográfico. Es un gran show, sí. Es un espectáculo, sí. Es preciosa, sí, pero no está al nivel de los grandes musicales. Es más, debe nutriese de ellos para parecer que es estupenda.

Mencioné antes que al final de la película pensé en Titanic, aquella película que rompió todos los records de entonces y embobo a la humanidad entera. Pensé en lo parecido que es el caso de La La Land. Y no pude evitar pensar en fórmulas.

El camino de La La Land al éxito ha sido perfecto.

Una película se juzga al estar frente a ella, pero el espectador pude estar condicionado por muchos factores. Lo que se dice de ella antes, más toda la expectativa que se genera. O lo que se dice después de su estreno. Muchas películas murieron antes de estrenarse. Muchas buenas ideas quedaron en oscuridad mientras muchas malas ideas vieron la luz y fueron éxitos comerciales. El éxito de La La Land no ha sido casual. Hay un plan.

Mismo caso que Titanic, los estudios dudaron mucho de la idea del director. ¿La diferencia? James Cameron tenía crédito en Hollywood, como nadie en ese momento; Damien no tanto. Su película Whiplash fue más éxito de crítica que taquilla, aunque fue rentable comparada su inversión. Así, Titanic era del director de Aliens y Terminator, y esta es del director de Whiplash.

Whiplash fue genial. ¡Genial!

El siguiente paso era casi obvio. Se trataba de un musical. Un extraño experimento de musical. Una vez invertido el dinero, ¿qué hacer con eso? Pues exhibirla en un festival de prestigio (Venecia) mencionando al director de Whiplash.

¿Quienes van a los festivales de cine? los jurados, los que presentan sus películas, cinéfilos, inversionistas, críticos, prensa de espectáculos, actores, gente de cine, etc... O sea, gente condicionada por el séptimo arte.  Muchos de ellos invitados, con gastos pagados. Es, pues, gente que conoce muchas (o todas) películas en las que se basa (¿copia?) La La Land. Gente que no se saca El Mago de Oz de la cabeza, ni West Side Story (¿el mejor musical?), ni Singin' in the rain (de aquí mama mucho), entre otras. ¿Resultado? Aplauso garantizado, fácil. Buenas críticas, buenos comentarios. Colocar en tu póster de promoción frases de los comentarios y críticas positivas del festival y las cinco estrellitas por doquier. Nadie coloca en sus póster las malas críticas.

Vamos, que aún no llegamos al estreno oficial.

El estreno oficial se pospuso. ¿Por qué? ¿para qué? ¿retoques? quizá, pero se aprovechó muy bien la  promoción en la temporada de premiación... además, se hizo un estreno previo, eh. O sea, probablemente hay dos versiones de la película. Ojo a eso.

El público no piensa igual en julio que en agosto, menos en diciembre. ¡Y La La Land se estreno una semana previa a navidad! ¡Qué dulzura! ¿no?

Luego, un par de empujoncitos más... de la prensa extranjera en Hollywood, los Globos de Oro. Un record y ahora todos ven una obra de maestra.

No lo es.

No es una obra de maestra.

La La Land es bella. Negarlo es difícil. Frente a ella, solo queda disfrutar, u odiar. Sí, también se puede odiar su belleza y simpatía (no todo lo bello es simpático). Una vez cada cierto tiempo una película cae de pie en el mundo bendecida por la fortuna. La La Land es ese caso. Quizá la falta de optimismo global potencio que esta película simpatizara tanto con tantos.

Pero aquí no valoramos a la ligera. Las manzanas no son peras, y no todo lo que brilla es oro.

Paz.



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