junio 02, 2015

Un dedal, un cumplido y un susurro

(o, cómo decir te quiero sin ocupar esas palabras)


- Llevas puesto el dedal.
- Claro, idiota. Siempre lo he llevado... porque siempre te he querido.



El idiota: Laszlo. 
Quien lleva el dedal: Katherine.



Alguna vez usé un dedal.  Mi abuela me enseñó. Ella remendaba mis calcetines rotos con un dedal en su dedo. Usaba un bombillo también. Lo metía en el calcetín, o lo envolvía con el calcetín. Luego, se ponía el dedal y comenzaba a coser. 

Mi abuela me quería, sin embargo, no recuerdo si alguna vez me lo dijo. 

Hoy cuando mis calcetines se rompen los desecho. Nadie me los remienda. Ni siquiera sé si todavía se pueden conseguir dedales. 

¿Para qué un dedal?
Para decir algo, sin decirlo. 



El dedal de Katherine


Katherine está herida. Pronto morirá. Geoffrey, su esposo, cual kamikaze, estrelló el avión en que viajaban, intentado matar a Laszlo, quien estaba despidiéndoles desde tierra. Había descubierto que ambos le habían traicionado siendo amantes. 

Ella ya no veía a Laszlo. Lo había dejado, sin embargo, aún llevaba puesto ese pequeño dedal que ambos compraron el día que su romance inició.


Ese dedal era un te quiero, puesto justo sobre el Bósforo de Almasy, ese pequeño hueco entre el esternón y las calvículas, al que Laszlo había puesto ese nombre, declarándolo solo suyo.

Ese dedal era un grito silencioso. Un te quiero sin palabras.

Tenía 17 años cuando vi El Paciente Inglés. En ese momento pensé que terminaría buscando un dedal para decir te quiero, pues no me salían muy fácil. Aunque me pensaba más como Laszlo, pues realmente somos parecidos.

Un año después, Melvin Udall me enseñaría otra forma de decir te quiero.


Melvin: Ahora, te voy a dirigir un cumplido excelente... y que es verdad.


Carol: Temo que vayas a decir algo horrible.



Melvin: No seas pesimista. No es tu estilo. Bueno, allá voy. Tengo una... ¿que? Indisposición. Mi doctor, un psiquiatra con el que iba todo el tiempo... dice que en un cincuenta o sesenta por ciento de los casos una pastilla ayuda mucho. Yo odio las pastillas. Son peligrosas las pastillas. Estoy usando la palabra “odio” acerca de las pastillas. Odio. Ahora bien, mi cumplido para ti es que, esa noche... cuando viniste y me dijiste que tú nunca... bueno, tú estuviste ahí, tú sabes lo que dijiste. Bueno, mi cumplido es que... a la mañana siguiente empecé a tomar las pastillas.



Carol: No entiendo cómo eso puede ser un cumplido para mí.



Melvin: Tú me haces querer ser un hombre mejor. 


Tú me haces querer ser un hombre mejor.

Melvin, sin capacidad para expresar un te quiero llano, busca en su interior la mejor manera de decirlo. Un te quiero que revele más que un sentimiento estático. Una manifestación transformadora.

Un querer ser a partir de quien se quiere. 

Solo para dos

Cuando Bob se despide de Charlotte, en Lost in translation, la envuelve en sus brazos y le susurra a su oído algo que para muchos todavía es un misterio.


Luego, la besa.

Allí, en medio de la multitud, nuevamente hay un te quiero implícito. Una metáfora, como el dedal o el cumplido aparentemente sin sentido de Melvin, que nos remarca la idea que los sentimientos son íntimos, algo que salta cualquier traducción o lenguaje. Algo de dos.

El susurro de Bob a Charlotte es practicamente ininteligible, aunque muchos le han dedicado horas y horas a su estudio llegando a concluir que la frase es "tengo que irme pero no voy a dejar que esto se interponga entre nosotros, ¿ok?", que parece tener más sentido que la traducción que se hizo al español: eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo... no pierdas nunca tu sonrisa.

En el audio original, no se escucha ni entiende el sonido que se confunde con el ruido ambiente de la ciudad. Lo que se entiende es que esos dos se quieren, y que sea lo que sea que Bob susurrara al oído de Charlotte, había un gran te quiero dentro de esa frase.


"Te quiero porque te quiero, y no sé si es malo o bueno" 

No se puede soltar un te quiero como se suelta un bostezo. No se puede ir por allí diciendo/escribiendo te quiero como si se dijera buenos días/buenas noches o como saludando por saludar.

Yo no puedo.
Pienso los te quiero como balas de un revolver.

Mi abuela remendó muchos de mis calcetines, incluso sin usar dedal. Ella me quería, lo sé; pero no tengo en mis recuerdos que alguna vez me lo haya dicho.

Ella me quería. Jamás lo dude.

A mi me ha costado siempre decirlo. Una vez tuve que regalar un libro para decirlo. A Titi, mi hija, se lo digo a diario, pero no son las palabras las que cuentan en sí, es ese algo que se desprende de uno cada vez que las dice. Es ese pedazo de alma que uno entrega cuando usa esas ocho letras. Así, cuando a uno se le suelta un te quiero, está dando de su ser.

Y luego está te amo, pero ese es otro post.


Paz.

1 comentario:

JLO dijo...

grandes películas, principlamente las últimas dos con mis grandes actores preferidos: Nicholson y Murray.... ésta última debería verla de nuevo....

no se por qué no comenté esta entrada en su momento si recuerdo haberla leído.... cosas que pasan..... como que no publiques mas nada desde hace tiempo.....

volvé!!! te espero..... salu2 master.....