octubre 25, 2013

Guadalcanal, Jerusalén Este e Isla Conejo

1998.

— ¿Viste Rescatando al soldado Ryan?
— Oh, sí.
— ¿Qué te pareció?
— Estupenda, en especial la secuencia del desembarco.
— Esperaba otra reacción tuya.
— ¿En serio?
— Sí. ¡A mi me pareció magnifica!
— Bueno, no sé, me gusta más La delgada línea roja.
— ¿Qué? Pero si esa película no tiene gracia.
— ¿No tiene gracia?
— Solo se trata de rescatar una loma (colina).


El personaje con quien tuve esa conversación se ofreció a financiar una idea de corto que tuve en esos días. Después de esta conversación, evitaba a toda costa hablar del tema con él. Le hice pensar que nunca había hablo en serio.

Mentí.

Es cierto. Por motivos cinematográficos, prefiero a una sobre la otra. No es que una sea mejor que la otra, simplemente prefiero la obra bélica de Malick a la épica de Spielberg. No profundizaré más.

Uso el diálogo como ejemplo para comentar cierta situación nacional. Y a eso voy, pero antes, volvamos a Guadalcanal.

"Solo se trata de rescatar una loma". Error. La película no trata sobre eso. Usa ese evento para expandir su idea, pero, el punto no es hablar de la película sino de la idea que tenia ese ser sobre esa loma. Hay desconocimiento en su postura. Si ponemos en contexto esa loma y la batalla presentada en la película, estamos ante un evento determinante en la Guerra del Pacífico. Tal loma, y todas las otras lomas de la isla, tenían un valor militar y logístico importante para cualquiera de los bandos. Por algo se libro allí una de las batallas más violentas de la guerra.

Esa pequeña loma era más importante de lo que parecía.

Por cierto, Malick me robó una idea, pero ni él lo sabe.


Las islas son importantes. El espacio marítimo se cuenta desde las playas. Por lo tanto, un país con islas tiene más espacio marítimo. Un país con mucho espacio marítimo tiene muchos recursos a explotar, desde fauna marina hasta permisos de navegación en su espacio.

Y por allí viene la piedra en el zapato. La Isla Conejo, la manzana de la discordia, es importante en ese sentido. Vital quizá. Sin embargo, en contexto, el asunto es más profundo, y delicado.

1969.

El Salvador y Honduras en guerra. La Guerra del Fútbol. 100 horas duró el asunto. Dos naciones gobernadas por militares ¿podían buscar otro tipo de solución? Respuesta incógnita. Sin embargo, para entender, hay que poner en negrito: gobiernos militares.

El Salvador golpeó primero, y daño a Honduras. OEA intervino, negociando un cese al fuego. Así, Honduras quedaría como vencida y El Salvador como victorioso, o, desde otra perspectiva, Honduras víctima y El Salvador agresor.

Si El Salvador "ganó" en el campo, perdió en los despacho. La Haya concedió a Honduras territorios que El Salvador consideraba suyos. Y, así, cada Estado se sintió ofendido y victorioso de alguna manera.

Por cierto, el fútbol no provocó esta guerra. El Salvador iba a su primer mundial en 1970 justo un año después de este lamentable incidente.


La Isla Conejo.


No tiene ni un kilómetro cuadrado. No se dibuja en los mapas salvadoreños. No hay oro, ni plata, ni sirenas. Es un islote. Bien podría ser solo una roca que decidió asomar algunos metros sobre el nivel del mar, pero, a este día, representa un dolor de cabeza para ambos países.

¿Por qué?

Razones hay muchas. Si preguntan por acá, pues, porque es salvadoreña y los militares hondureños se aprovecharon del descuido que la nación dio al islote para colocar una base durante 30 años hasta hoy. Si preguntan por allá, pues, porque es hondureña y nunca ha dejado de serlo.

No sé si valen algunos argumentos. Algo oscuro hay en todo esto. Desde que quien controle la isla controla espacio marítimo importante en el golfo (Honduras sin ella no tendría salida al Pacífico) hasta generar la excusa perfecta para saldar viejas cuentas.

No sé.

Cierto militar, al que respeto, recién declaró que El Salvador no tiene capacidad militar para defender la soberanía de esa isla. Y aquí todo mundo se ha escandalizado. El presidente dio un respaldo disimulado a la declaración del militar, y la casa se vino abajo.

La verdad incomoda. Honduras, por razones propias que no nos competen, lleva años actualizando, modernizando y ampliando su estructura militar (armas, aviones, etc...). El Salvador se desgastó en una guerra interna y,  luego de los Acuerdos de Paz, el ejército dejó de ser prioridad. No hay razón para molestarse por la verdad. Hay que asumirla. Quizá ese militar pensó más como civil al dar esa declaración. Es justo decir que como militar, lo dicho, esta fuera de lugar. Sin embargo, como civil no piensas en zonas estrátegicas, puntos logísticos, avances, etc... ¡No! Un civil piensa diferente. ¿Confrontar? ¿Para qué?


Algunos piensan que no vale la pena la molestia. Otros, más desconfiados, argumentan que el asunto no quedará en ceder la isla, que Honduras vendrá por más. Cierta fuente me dice "Es una cuestión militar, David. No se trata de soberanías ni espacio marítimo".

Desquite. Esa fue, o es, la palabra clave, dice.

Un militar no piensa como un político, y menos como un civil. Hay códigos militares que a un civil le producen risa, o asco. Ninguno de los gobiernos es militar, pero ojo, hay precedente reciente donde el ejército hondureño metió las manos en su gobierno.

La Isla Conejo no es Guadalcanal, ni Las Malvinas, pero, en ciertos círculos las cosas no se miden por dimensiones ni profundidades, sino por valores intangibles que resultan ser muy superiores a cualquier materialismo.

Partamos la isla en dos. Simple.
Usemola como símbolo de paz. Alcemos ambas banderas en una base adornada y cada cierto tiempo, invitemos a la prensa internacional a que nos vea compartir baleadas y pupusas.
¿No?

¿Qué tiene que ver Jerusalén Este con el tema?



Que judíos, palestinos y jordanos reclaman ese territorio como propio. Y allí no hay diplomacia que valga, pues, se le pregunte a quien se le pregunte, el asunto es radical. Todos los involucrados saben que el primero de los reclamantes que de un movimiento equivocado desatará una guerra de proporción religiosa inimaginable.

Un dolor de cabeza en serio. EN SERIO.

En la Isla Conejo aún cabe la diplomacia, el sentido común, la sensatez. En Guadalcanal no había opciones para eso, y en Jerusalén Este todos están con bozal puesto.

Es tiempo de demostrar que en este país hay gente pensante.

Paz.



3 comentarios:

JLO dijo...

Por supuesto que la de Malick es muy superior y no solo por ideas, diálogos, sentido y por actores. Sino por todo. La de Spielberg solo dura el desembarco y solo por lo cinematográfico, después, nada...

Uf, la bendita soberanía. A nosotros nos costó mucho gracias a los putos militares una isla de mierda como lo son las Malvinas (gracias por llamarlas así), .... pero bueno, ahora se las sigue tratando de conquistar en los escritorios y no está mal... pero es inútil, si no mira Gibraltar...

salu2...

JLO dijo...

ah, otras cosas:

y con el corto que pasó?
que idea te robó Terence?
viste Gravity?

DEARmente dijo...

Hola JLO.

El corto no era corto. Se convirtió en corto por motivos económicos y prácticos, al menos en el papel, de donde nunca salío.

Malick no me robó nada. Lo sabés; lo sé. No sé cuando tuvo la idea él en la mente, pero cuando vi la toma en pantalla pensé "tuvimos la misma idea".

¿Qué es? Justo la última imagen que coloco en el post de su película te dará la pista.

Paz, bro.