junio 11, 2012

El discurso

A pocas palabras del final, Marco advierte un error en el texto de su discurso: una palabra sin tilde, justo al cierre de sus notas. Un detalle pequeño, pero molesto. Sin tilde el sonido de una palabra cambia. Pronunciarla mal, al leer sin cuidado, puede confundir a la audiencia. Ningún orador desea eso.

Con mucho cuidado, mientras habla, revisa el párrafo final por si hay otro error. Piensa en Julia quien mecanografió su manuscrito. La busca entre el público. No ve directamente a la gente, pues se pone nervioso, pero quiere enviar un gesto de reclamo a Julia por digitar mal esa palabra. La palabra que, según él,  acentuará la idea final de su discurso.

En su recorrido visual, advierte a su hermana y su mejor amigo tomados de la mano en primera fila. ¿Su hermana y su mejor amigo? De tener más tiempo, meditaría más en ello, pero debe terminar su revisión, encontrar a Julia, mantener su elocuencia y terminar su discurso.

Antes de volver al texto, Marco nota que su maestra se ha dormido en primera fila. ¡Inconcebible! Prácticamente lo obligó a ingresar al concurso usando a sus padres para presionarlo, y ahora, cuando intenta provocar una catarsis en la audiencia ¡ella duerme!

Lleva días visualizando este momento: el final de su discurso. Si bien la audiencia ha estado fría, está seguro que su cierre será tan teatral que nadie, sin excepción, le negará su atención. Los imagina: todos de pie aplaudiendo su discurso.

Buscando a Julia, quien no tildó la palabra, también observa a quienes en un momento le aplaudirán. Así, nota que sus padres aún no han llegado al auditorio y que ninguno de sus contrincantes le observa. Tampoco las piernas de Sonia pasan desapercibidas. Está tan atenta que ignora que su falda se ha corrido dejando ver más de lo acostumbrado ¿o busca distraerlo?

Hugo y Luis hacen bromas al fondo. Karina lee un libro. Marcela se pinta las uñas. Leonardo dibuja en su cuaderno. Elizabeth y Ricardo se besan en un rincón. Sofía revisa su celular, tal como hace un juez. La mayoría de conocidos lo ignoran.  Algunos desconocidos lo observan. Sonia cruza sus piernas. No hay duda: es a propósito.

Por fin encuentra a Julia. Está atenta. Lo saluda tímidamente y hace un gesto como queriendo hacerle notar algo, pero él no le presta atención. Lo único que desea es enviarle una señal de disgusto por su descuido. Julia parece confundida.

Ahora, sin más distracción, regresa a su preciado texto que casi fue manchado por la mala ortografía. No más palabras erradas. Con su bolígrafo, Marco coloca la tilde. Ahora todo está en orden y puede proseguir.  Entonces, desde atrás, alguien toca su hombro.

– Muchacho, ¿estás bien?

Marco voltea.  El presentador es quien le interrumpe.

– Te perdimos, ¿Qué pasa?

Marco mira al auditorio. Transpira. Su corazón palpita fuertemente. Ahora todos, sin excepción, le observan detenidamente. Su maestra despertó, sus contrincantes le observan, Sonia cambió su postura, Hugo y Luis han dejado de hacer bromas, Karina ya no lee, Marcela no se pinta las uñas, Leonardo no dibuja, Elizabeth y Ricardo no se besan, Sofía y el juez ya no ven sus celulares. Hasta sus padres han aparecido. Todos los conocidos y desconocidos le observan. Ahora tiene la atención de todos.

– ¿Estás bien? ¿Puedes continuar?

Marco asiente con su cabeza, sin decir palabra, como en trance. El presentador baja dudoso del estrado. Ahora todos le observan detenidamente, él se ha convertido en el centro de las miradas. Se transforma. Su postura escénica evoca a un histrión. Toma sus notas; les dedica una última vista. Observa la audiencia. Sonríe. En el reloj han pasado algunos minutos. Entonces, decide terminar todo, de golpe. Cerrar su discurso con las última línea de sus notas. Toma el micrófono y habla:

– Así, pues, razón e intelecto separan al ser humano de todas las especies de la tierra colocándolo en el pináculo del hermoso espectáculo de la creación.

Nadie aplaudió.

© David Alvarado

1 comentario:

HUK dijo...

Grande!!!