mayo 15, 2012

El vendedor de helados


—¿Vinieron por la bolsa?
— Sí.

Esta conversación se dio hace unos minutos (2:35 p.m.). La pregunta la hice yo desde el teléfono que está en mi oficina y quien respondió es el portero de la empresa. A continuación los detalles que aclaran el asunto:

Ayer, cuando regresaba de almorzar, me encontré con un vendedor de helados que iba con su hijo ofreciendo de puerta en puerta su producto. Como estaba un poco acalorado decidí comprarle un helado.

Pregunté por el precio, pero el vendedor se limitó a decirme "regaleme ropa". Me pareció extraño. "No puedo. No vivo por aquí", le contesté. Y la reacción del aquel hombre fue muy triste. Hizo un gesto de impotencia y mientras me mostraba los helados dijo: "Siempre dicen lo mismo. La gente siempre dice no tengo o no vivo aquí. Siempre...".

Me tocó el alma. Vi al pequeño que andaba con él. Ambos andaban mal vestidos, sudorosos. Pensé que nunca en mi vida me ha tocado andar de casa en casa pidiendo ropa, que el niño quizá tenga la misma edad que mi hija, que si pudiera...

"¿Querés ropa?", le pregunté. "Sí", contestó esperanzado.

Le dije que iba a regalarle unas camisas, que si no le importaba que le regalara unos jeans un poco gastados, que quizá un par de zapatos también podría buscarle.  Comparamos calzado y noté que no es de mi talla. Lastima, dije. "Si viera los zapatos con los que he andado", me dijo.

Entonces no lo pensé más. Le dije que mañana (hoy) tocara el portón de mi empresa y preguntara por una bolsa de ropa.  Le indiqué cómo llegar (no estabamos muy lejos) y la hora a la que debía ir.

"No me engañe", me dijo, con una voz tan triste que creí romperme.
"No", le dije. "Mañana tendrás lo que te estoy prometiendo".

Al llegar a mi casa busqué la ropa: dos jeans, cinco camisas y dos pares de zapatos. Por la mañana le pedí a Amelia, quien se encarga de cocinarnos, que me buscara una bolsa grande y negra para llevarme lo que había apartado y así salí hacia mi trabajo.

Le dije al portero: "A las once de la mañana vendrá un vendedor de helados a preguntar por esto. Se lo entregás por favor".

Hace cinco minutos llamé a portería y pregunté si ya se habían llevado la bolsa. "Sí, ya vinieron por ella", fue la respuesta que me dieron, y más. "El señor iba feliz, Don David", dijo el portero antes de colgar.

Yo también estoy feliz.

No comparto esto para aparentar nada sino para remarcar el hecho que muchas veces nosotros poseemos cosas que ya no nos satisfacen o no nos dan felicidad y hay otros que las necesitan.  Ojalá este hombre llegue a su casa y le diga a su hijo "mirá, aquel señor cumplió su palabra", aunque no le queden mis zapatos...


2 comentarios:

jonasan dijo...

Y pensar que hay muchos que hacen pataletas xq no tienen un BB...

jonasan dijo...

Y pensar que hay muchos que hacen pataletas xq no tienen un BB...