enero 30, 2012

Midnight in Paris, un viaje al pasado que nos trae al presente

Aquí, en el blog, tenía colgada una foto de Woody Allen. Es de los pocos directores que he visto casi toda su filmografía, y en el caso de Allen, pues, hablamos de muchas películas.

Los que conocen su cine estarán sorprendidos con el éxito de Midnight in Paris, tanto en críticas como en audiencia, que casi siempre se divorcian al hablar de Allen. Estarán pensando, como yo, que el mundo está al revés.

Midnight in Paris narra la historia de Gil, un escritor norteamericano enamorado de París, pero más del París de los años veinte.  Un nostálgico incomprendido por su entorno y su prometida porque éste quiere dejar su carrera exitosa como guionista de hollywood y quedarse a escribir una novela en París, la ciudad que le apasiona.
Cierta noche, mientras camina solo por la calles, es invitado a hacer un viaje de medianoche en un coche de los años veinte y así inicia una aventura onírica que lo hará regresar en el tiempo al París que tanto añora.

Esta se deja ver. Y lo digo porque ha gustado tanto. Pero Allen siempre filma igual sus temas. Tecnicamente igual. Poco ha cambiado, si es que decir cambio aplica a lo que pasa en sus películas.  Dejó New York como escenario y puso a Europa atrás, pero, en esencia, los temas siguen siendo sobre las mismas crisis: amorosas, existenciales, creativas, nostalgicas... 

A mi me gustó, pero es que todas sus películas me gustan. Esta no está a la par de ninguna de sus obras más sobresalientes, pero quizá deba tener mención aparte por el impacto y recepción que ha tenido.  Quizá esta vez su alterego sea más simpático que otros.  Owen Wilson, como Gil, cumple la tarea como centro de la película, pero no es mejor que un Kenneth Branagh (Celebrity, 1998) que no gustó. Y aunque la exquisita Marion Cotillard ilumina la pantalla cada vez que aparece (yo también me enamoré de ella) y Rachel McAdams me derrita la boca, no me parece explicación suficiente para el suceso del éxito.

Quizá, como le decía a mi almohada, sirve de mucho ese menú caricaturesco de personajes del pasado que aparecen en la película y que, como condimento, hacen de los mismos temas de siempre algo de buen digerir al público.  Quizá porque todos hemos sido tocados por un Porter, un Hemingway, un Dalí, un Picasso, un Buñuel... o porque nos sentimos identificados con esa idea que antes todo era mejor o que nada es como antes. Y he alli la moraleja, al final: el presente es lo que importa.

Quizá estoy demasiado acostumbrado a Allen y poco acostumbrado a que una película suya tenga la aprobación de todo el mundo (menos de alguien a quien no mencionaré), y por eso ni veo nada espectacular ni dejo de asombrarme, pero, no voy a perder la costumbre de recomendar su cine, no solo como pasatiempo, sino como algo más.

A esta le han nominado a tres Oscar, como mejor película, mejor director y mejor guión.  De todas, solo la última tiene alguna posibilidad, pero poca.  Ya eso de viajar al pasado o que el pasado nos visite lo ha resuelto mejor en otras películas y, como anoté arriba, la magia de la película está en los retratos caricaturescos que hace de los personajes de aquella época y de cómo Gil, el protagonista, se involucra con ellos.  Por cierto, Allen no me ha engañado y he descubierto cómo acaba todo desde muy temprano. 

Allen es un genio y París es París. No hay discusión. Midnight in Paris tiene de ambos.


1 comentario:

JLO dijo...

me pasa lo mismo que a vos con Allen: soy incondicional... por eso nos gustan todas las películas, algunas mas, otras menos, pero las disfrutamos...

esta tampoco me parece genial pero es simpática y empática como dices por el tema del pasado y los personajes...

que un diretor asi sea reconocido (publico o academia) siempre es bueno...

salu2