febrero 12, 2010

De cintas y tetas

Por costumbre, y protección, prefiero ver cierto tipo de películas solo, sin compañía, y no me refiero a películas porno o las que se hacía Andy Warhol en The Factory, sino a las que considero deben ser, más que vistas u observadas, contempladas.

Si, contemplación.

Cinta Blanca, de Michael Haneke y La teta asustada, de Claudia Llosa, son justamente ese tipo de películas a las que les queda bastante bien el rótulo de "contemplense".

A pesar de ser películas totalmente diferentes, tanto por su ubicación histórica, presupuesto, idioma, estética visual y género, ambas tienen algo en común: el origen del miedo humano.

Si bien, La teta asustada, tira de esa situación desde su inicio, en Cinta Blanca, aunque no se habla de ello, el miedo es tan latente que hasta se respira.


Intriga. De principio a fin, Cinta Blanca nos sumerge en un estado de intriga total que aún después de terminada la película, esa sensación queda presente por un buen tiempo.

Perfecta. No hay otra manera de describirla.

Una exploración profunda al totalitarismo, a la degeneración de valores a través de una falsa moral, la religión y el estado. El origen del fascismo. El nazismo en pañales. Una película que, cuadro por cuadro, desgarra la conciencia de quien se entrega a la contemplación.

Un niño camina en la oscuridad buscando a su hermana. La cámara, fija, le sigue, girando sobre su eje, dando la sensación de impotencia de ir más allá, de saber más, de ver más. La intriga es mayor a medida pasan los segundo. El resultado, con mucho acierto, nos revela con pocos detalles, con finos detalles, esa maldad inherente al ser humano.

Hay un diálogo que deseo destacar. Un niño habla con su padre sobre un pajaro que ha decidido encerrar en una jaula para sustituir a otro que ha muerto. Las palabras, simples, pero agudas, son uno de los mejores discursos cinematograficos de los últimos años.

Coincido plenamente con los que ven la influencia de Tarkovsky en la película. Es evidente que los encuadres, la cámara fija, el teatralismo, los paneos y la ausencia casi completa de musicalización, es una influencia directa del cine de Tarkosky, sino véase la última obra del director ruso, Sacrificio (1986).

Hay detalles bergmarianos, pero quizás como forma de homenaje y no como recurso.

El trabajo de Haneke, es simplemente superior, sublime. Hay secuencias en esta película hechas con tal precisión y arte que, como lo dije antes, no se puede más que contemplarlas.


Una verdadera obra maestra.

La teta asustada no tiene nada que envidiarle a Cinta Blanca, si bien es cierto que, cinematograficamente hablando, está un escalón por debajo de la cinta alemana.

Me sorprende la cantidad de sentimientos encontrados que ha despertado esta película. Desde los que creen que es una mala forma de presentar al pueblo andino, una distorsión de sus costumbres, hasta los que creen que es el renacer de un realismo mágico, en el cine. Para unos lenta, aburrida, con falta de diálogo. Para otros simplemente poética.

Yo entiendo a los primeros, pero me alineo con los últimos.


El primer acierto de La teta es que la dirige una mujer, y una mujer con conocimiento literario. Es difícil que un hombre sea capaz de entender el dolor y miedo de una mujer, de esta mujer, y más difícil aún lograr, a través del uso de la cámara, transmitir sus sensaciones. Algunos grandes maestros lo han logrado, como Vittorio de Sica, en Dos mujeres, pero es algo muy difícil.

El inicio de la película, pantalla oscura y la voz en off de un cantó como evidencia, como manifiesto, es el siguiente acierto. Luego, Magaly, su protagonista y su capacidad de decir tanto, sin necesidad de decir mucho. Su voz, su canto y su mirada muestran una ausencia profunda e inconsolable. Dos tomas simples de sus manos y pies bastan para humanizarla.

Lo de la papa es un detalle literario, metafórico, propio del realismo mágico que mencionaba. Hay panoramicas que intentan subrayar la soledad, el abandono, el aislamiento de Fausta, el personaje central, en contraste con la alegría de los demás.

El miedo, aquí, a diferencia de Cinta Blanca, es como un rumor, un fantasma que sólo Fausta puede ver, oír y sentir.

El final de la película es un detalle metaforico muy acertado. La flor que se libera.

Me enfadan las criticas apresuradas sobre la supesta forma en que La teta asustada muestra a la sociedad peruana. La historia no es sobre Perú en si, sino sobre una mujer que vive presa de un miedo heredado por un pasado ajeno a su presente, un hecho que vale para cualquier mujer, sea peruana, mexicana, salvadoreña, venezolana, afgana o de donde sea. No veo el agravio al pueblo andino en la película. Por ello los primeros planos y el simbolismo en los planos detalle que usa la directora son adecuados para centrarse en el personaje y su historia, lo demás, como todo, es solo refuerzo.


Por Máncora, y su presentación de Perú, nadie hizo mayor escandalo. Claro, no es lo mismo ver barrios pobres y gente barrigona a ver playas donde las chicas bailan en pequeños bikinis y se ofrecen a juegos sexuales con turistas por dinero o placer. Además, ver a Elsay Pataky y Liz Gallardo, nunca de los nunca será molesto, menos como se ven alli. Es obvio, ¿no?

La teta asustada no necesitó de ningún desnudo para elevarse al grado de excelencia.

Son estas las únicas películas que he visto hasta ahora de las cinco nominadas en el apartado de Mejor Película Extranjera, quizás, la más honesta de todas las nominaciones.

En todo caso, la Academia® no se ha equivocado con estas dos joyas. Ni yo tampoco.


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